viernes, 18 de julio de 2014

STONER (John Williams)



He leído tantas reseñas y artículos sobre Stoner que me resulta difícil creer que se me pueda ocurrir algo nuevo que decir pero me siento obligada a hacerlo por varios motivos: 

1. Para socializar y/o tratar de entender la tristeza vigorizante que me ha dejado su lectura (una sensación seriamente contradictoria).
2. Por intentar compartir esa rara alegría de haber compartido unos días la vida de un hombre inmenso y desconocido. O sea, lo contrario y complementario del punto 1: para compartir la felicidad de una lectura afortunada. 
3. Por si logro cazar al menos un lector que esté dispuesto a la intimidad con un alma encallecida y bella, alguien que se arriesgue a una lectura que se queda contigo, un libro que una vez terminado no se archiva en los asuntos finiquitados sino que se vuelve a abrir para buscar en sus páginas (probablemente al azar) el significado de una caída, el bálsamo a una decepción. ¿Cómo puede ser portador de la sabiduría un personaje que se equivocó en casi todas las decisiones fundamentales de su vida? Seguro que a estas alturas todavía hay mucha gente a la que no le suena este libro, pues que se animen y se lancen a sus aguas engañosamente mansas. (La recomendación suele ir al final, lo sé...)

Hablo de un libro que se publicó en 1965 y en Estados Unidos, país de origen de su autor, John Williams, nunca ha conocido el éxito de masas. Hubiese sido extraño que una narración que plantea tantas preguntas sobre el tema del fracaso fuera directa a encabezar una lista de best-sellers. Según cuenta la reseña (resumen de una nota radiofónica) de npr books, la novela en el momento de su publicación apenas fue reseñada brevemente por The Newyorker y no pasó de los dos mil ejemplares vendidos antes de ser descatalogada. Luego cayó en el olvido. 




Portada de la edición holandesa

En 2006, con ese ojo para la belleza y la potencia literaria que se echa tanto de menos en el mundo editorial actual, New York Review of Books Classics republicó Stoner. En palabras de su director, Edwin Frank "It sort of pays tribute to a man whose life is, in one sense, utterly ordinary, but, in another sense, rich as anyone's life can be"; traduzco libremente: "De alguna manera rinde tributo a un hombre cuya vida es, un sentido, completamente ordinaria pero, en otro sentido, tan rica como la vida de un hombre puede llegar a serlo". Esta reedición, de nuevo tuvo ventas modestas pero reseñas algo más halagüeñas que la original y consiguió la carambola del azar que ha convertido este título en un éxito en Europa: Anna Gavalda, una exitosa y multivendedora escritora francesa lo leyó y se enamoró de él, lo tradujo ella misma e hizo que su editorial lo publicara. Francia lo ha adorado, en Holanda lo ha petado, en España... bueno, ha sido un éxito minoritario pero esto aún puede cambiar. Según los últimos datos que he podido encontrar, aquí se han vendido 20.000 ejemplares, nada del otro mundo pero diez veces más que su primera edición. Ojalá el lento proceso de recomendación, reseña y regalo siga su proceso natural y dé una larga vida. 


Portada de una edición estadounidense

Sobre la redescubridora de Stoner: recuerdo haber leído algo de Gavalda (me parece que Quisiera que alguien me esperara en algún lugar) y la superficial memoria que conservo es de una prosa correcta, resultona y que a mí me aburrió. Sin embargo, me quito el sombrero ante su buen gusto y su iniciativa de rescatar una joya literaria. Si todos los autores de calidad mediana y grandes ventas, pagaran su popularidad con la vuelta a la luz de una obra de valía, purgarían en parte sus pecados literarios y ayudarían a que su público cautivo se atreviese a probar cosas mejores, en fin, a educar el gusto de la gente. 

En España lo ha publicado la interesante editorial tinerfeña Baile del Sol. Como decía antes, las cifras no han sido espectaculares como en otros países de Europa pero ya van por la cuarta edición y más que un boom, sería bonito verlo convertirse un en clásico contemporáneo, fondo de armario de las librerías. He leído en alguna entrevista cómo su editor, Tito Expósito, cuenta haber oído a Gavalda hacer elogio de la novela y a partir de ahí haber tenido el oportuno atrevimiento de hacerse con los derechos en el momento perfecto -antes del boom francés- y publicar la primera edición en 2010, es decir, la primera de Europa.

Podría seguir contando más detalles de esa emocionante historia de intriga editorial que es el revival de este libro pero se impone ya hablar del relato que hay detrás de todo este barullo, que es lo importante. Para quienes teman los spoilers, advierto que vienen unos cuantos que lo son sólo a medias pues el autor en las primeras páginas hace un resumen descarnado (que luego se demostrará unidimensional e insuficiente) de la trayectoria vital de su personaje, como para que renunciemos a hacernos ilusiones desde el comienzo. Pero nos las hacemos, por fortuna.  

La historia aquí es la vida de William Stoner. Un hombre corriente en apariencia pero extraordinario en esencia. Es claramente una novela de personaje. La estructura es simple en apariencia: infancia, estudios, matrimonio, trabajo, amor, sufrimiento, muerte. Sabemos desde un comienzo que lo que define a Stoner es en gran medida, su trabajo como profesor pero su infancia no hacía prever que terminara recalando es la universidad. Una árida niñez campesina de trabajo y responsabilidades, no miserable pero lejos, lejísimos de la alegría inconsciente que tendemos a asociar con los niños. Hay una escena de tanta vividez y plasticidad que fue como si la luz y los rostros de "Los comedores de patatas" surgieran de las páginas del libro: "Era una casa solitaria ligada a un inevitable trabajo duro en la que él era el hijo único. Por las noches los tres se sentaban en la pequeña cocina iluminados por una única lámpara de queroseno, a mirar la llama amarilla: a menudo durante la hora aproximada entre la cena y el momento de acostarse, el único sonido que se oía era el cansado movimiento de un cuerpo sobre una silla rígida y el suave crujir de la madera, cediendo un poco por la edad de la casa.".

El primer milagro en la vida de William, es que su padre, un alma rústica, gastada por el trabajo duro y sin reposo, decidiera darle a su hijo la oportunidad de unan educación universitaria, con el inmenso sacrificio que suponía para la familia perder a su mano de obra más joven y vigorosa. Stoner se deslomaría trabajando en la granja de los parientes que lo alojaban para pagar su manutención y llevaría siempre el mismo raído traje de aire fúnebre pero aún así, había pasado del campo a la academia, en lo que le tardó recorrer el camino de su granja a Columbia. Es muy significativo que Williams abra la historia contándonos el año en que Stoner entró en la universidad, más que el de su propio nacimiento porque en verdad este segundo nacimiento del espíritu fue mucho más relevante: "William Stoner entró como estudiante a la Universidad de Misuri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956.".    

La idea era que este joven campesino que entraba en la universidad se convirtiera en agrónomo y que aplicara sus conocimientos para obtener un mejor rendimiento de la vieja granja de sus padres. Habría sido un ciclo perfecto, de la tierra a la tierra. Y sin embargo, algo se atravesó, un amor inesperado. En el segundo año de estudios hubo de cursar una asignatura obligatoria de literatura inglesa, que se le daba mucho peor que los estudios de química de los suelos. Aparece aquí el personaje el profesor Archer Sloane, quien hace que nuestro protagonista reconozca su vocación. Slone es un ser pétreo, construido con una técnica minimalista e impecable. Sus intervenciones son justas en el tiempo y sus rasgos aparecen esbozados en trazos muy definidos, breves en la descripción pero que nos dan la medida de su carácter en sus acciones. Es el factor extraño que cambia la ecuación de la vida de Stoner y que la desvía de un destino que tal vez le habría dado más satisfacciones, cuando le pregunta en medio de un clase, casi con cólera por el sentido del Soneto 73 de Shakespeare y quedan flotando estos versos de forma casi religiosa en el aula:

     "Esto percibes, lo que hace tu amor más fuerte, 
      amar bien aquello que debes abandonar pronto."

La belleza del soneto recayó sobre Stoner como la iluminación mística sobre un santo que descubre la trascendencia por vez primera. Una fe, un amor tan poderoso que nos tememos que arrastre algún martirio. No es una renuncia fácil para este hombre decidirse por la carrera académica y frustrar los sueños que para sus padres aparejaba su vuelta a casa. Presenciamos la progresiva transformación de su espíritu hasta lo que sería su esencia definitiva: un profesor, un hombre de letras. 

A diferencia de la trayectoria de los santos, la vida de Stoner no avanzó triunfal hasta el martirio y la iluminación divina, digamos que tuvo un poco de ambos. Cuando descubrió que su hogar iba ser más la universidad que la casa que compartía con su mujer, fue un hallazgo triste pero por lo menos allí disponía de la medicina que le haría tolerable los peores momentos y que realzaría aún más el brillo de los bellos. 

En el amor, fue un tipo peculiar: en contra de su tímida austeridad, cortejó a una señorita de buena familia quien sorprendentemente, lo aceptó. Se casó con una profunda ignorancia de la mujer a la que se unía. El gran error de Stoner fue su matrimonio y nunca supo recuperarse, hacer algo. Creía con una rectitud moral desesperante para el lector, que él se lo había buscado, había apostado por su mujer con un empeño y un atrevimiento que no había puesto antes en nada y por eso debía pagar su precio en sangre. En algunos comentarios, especialmente en páginas norteamericanas, se señala que el personaje de Edith, la esposa es carece de dimensión y es la caricatura del ama de casa neurótica, vacua y amargada: una bruja. No estoy de acuerdo, creo que hay un enigma detrás de su vacío emocional, de su estéril maldad, nunca llegamos a saber cuál es pero hay una escena, de vuelta a su habitación familiar, en la que destruye con método la mayor parte de sus posesiones infantiles que nos convence de que una tragedia nunca expresada habita detrás de su conducta atroz. También es verdad que cuando una foto enfoca los rasgos de un modelo, es frecuente que el fondo se difume y pierde sus contornos, tal vez eso es lo que pasa con Edith.

Tras muchos años de matrimonio infeliz, descubre el amor con otra mujer y la experiencia nos revela a un personaje oculto dentro de la cáscara de ese hombre que sólo había hecho dos cosas a plenitud: ser profesor y padre. Su carrera académica estuvo llena de dificultades y frustraciones, sobre todo a partir de su negativa a transigir con un alumno farsante pero bien relacionado (atención al estupendo villano Hollis Lomax). Su relación con su hija fue la de la maravilla frente a la creación y el cuidado de una nueva vida, fue un padre estupendo que llenó el vacío afectivo de la madre hasta que ésta, alarmada por la intensidad del lazo entre padre e hija, decidió apartarlos, dejándolos a los dos pero sobretodo a la niña Grace, aterrados y desprotegidos. William Stoner, tenías que haber peleado más por tu hija. Sí, esta lectora confiesa la poca sofisticación intelectual de haber llegado al punto de enfadarse con el personaje y darles consejos. 

El Stoner de mediana edad, enamorado y correspondido a plenitud se nos revela como un ser con una inmensa capacidad para la felicidad. Ahí entendemos que lo que lo ha llevado a aceptar con tanta resignación los golpes bajos de la vida no es una cortedad de espíritu sino una mezcla entre un exasperante sentido del deber y ese estoicismo de campesino hecho al  trabajo ingrato que nunca se plantea abandonar su tierra aunque la tormenta y el fuego la hayan arrasado y se deja la vida en el intento de sacar frutos de un terreno yermo.

Tal vez toda la dureza del libro es asumible porque dentro de esta roca está escondido el diamante de una verdadera historia de amor. Incluso la imagen de la mujer amada va creciendo dentro de nosotros, se va transformando como el color de sus ojos que con la luz adecuada son violetas y no grises, como si afilada inteligencia que no sólo brilla en la academia sino en la íntima luz de un dormitorio; no contemplamos el proceso del enamoramiento, tenemos el privilegio de sentirlo. Mejor que lo diga Williams: "En su año cuarenta y tres de vida William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra".

Se supone que uno de los temas principales es el fracaso e incluso está formulado de forma casi literal al comienzo y al final del libro pero creo que este tema encierra otro mucho más complejo: el de la renuncia. Al final de su vida Stoner piensa en las cosas que no se ha permitido o ha perdido por el camino: no se permitió la heroicidad de ir a la guerra; la distancia entre él y su hija resultó letal para los dos; fallecieron sus padres sin que pudiese darles la satisfacción de una vuelta a casa; fue un gran profesor pero nunca brilló en la jerarquía académica; tuvo amor y lo dejó marchar. Y sin embargo, no puedo ver a Stoner como un fracasado. En su estupendo artículo en The Guardian sobre Stoner, Julian Barnes cita una de las escasas entrevistas del autor sobre este aspecto del personaje: "A lot of people who have read the novel think that Stoner had such a sad and bad life. I think he had a very good life. He had a better life than most people do, certainly. He was doing what he wanted to do, he had some feeling for what he was doing, he had some sense of the importance of the job he was doing (…). His job gave him a particular kind of identity and made him what he was.". Traduzco y pido perdón anticipado por si me dejo algún matiz: "Mucha gente que ha leído la novela piensa que Stoner tuvo una vida triste y mala. Yo pienso que tuvo una muy buena vida. Tuvo ciertamente una vida mejor que la que la mayoría de la gente tiene. Él hizo lo que quiso hacer, el sentía algo por lo que hacía, tenía un sentido de la importancia del trabajo que estaba haciendo (...). Su trabajo le dio una identidad particular e hizo de él lo que fue".  



John Williams

Como dice Tim Kreider en su artículo del Newyorker, ni el libro ni el personaje están aquí para ganar un concurso de popularidad pero resisten porque su luz proviene de dentro. Lejos de ser un triunfador, Stoner con su ética de la renuncia y del rigor autoimpuesto nos recuerda que un hombre no puede haber fracasado del todo si ha sido amado y si se ha dejado la vida en una vocación en la que creía de corazón.

No dejen que les importe si sigue de moda o si ya han pasado sus quince minutos. Léanlo y verán. 

Nota sobre la edición: Es más que correcta y respetuosa. La traducción de Antonio Díez Fernández se lee con soltura y salvo algún giro raro, cumple con su misión de hacer llegar a los lectores de habla hispana este inmenso retrato de un héroe en la sombra. He leído comentarios sobre la fealdad sin ambages de la portada de la primera edición y estoy de acuerdo, en la cuarta, que es la mía, ha mejorado pero es algo sosa. De cualquier manera, espero que tengan la ocasión de hacer muchas reediciones y alguna otra portada. 


Más información (actualizado): Me he dejado tantas buenas reseñas por el camino que refresco este apartado.