miércoles, 29 de septiembre de 2010

Pasatiempos Vergonzosos en el Metro

Intento tener siempre muchas fuentes de entretenimiento a mano, que no me falte un libro, una revista y el I-pod con la batería bien cargada. Sin embargo, a veces pasa que por algún motivo me veo abandonada allí en un vagón traqueteante sin una sola distracción que llevarme a la boca, sin siquiera el papel de un caramelo para leer los ingredientes. Entonces sólo me quedan tres opciones, todas ellas, igualmente vergonzosas:

1. Observación de libros y lectores. Consiste en identificar a todos los afortunados pasajeros circundantes que sí van debidamente emparejados con un libro para luego hacer una sucinta descripción del humano e intentar tomar nota del título, autor y otros pormenores del libro. Todo importa, si el libro es nuevo o se está cayendo a trozos, si es un best-seller o una vieja novela de vaqueros, si es de la biblioteca, ostenta un elaborado ex-libris o está forrado con papel de embalar. Si da tiempo, también intento hacer un rápido diagnóstico de la expresión facial del lector para elucubrar sobre su nivel de satisfacción o aburrimiento. Los periódicos no cuentan nada.

2. Escucha de conversaciones ajenas. Casi siempre morralla, rumores malignos sobre compañeros de trabajo, quejas sobre una gerente arpía o edulcoradas charlas de novios. Ocasionales piezas de delirio o de novela negra que hacen que valga la pena preservar el género.

3. Policía de la moda. No trataré de justificarlo. Si la pereza es la madre de todos los vicios, el aburrimiento es su padrastro.