sábado, 19 de abril de 2014

LOS ESCRITOS IRREVERENTES (Mark Twain)

Podría empezar este post recalentando el apetitoso plato de la biografía de Twain, sus múltiples oficios, sus empresas fallidas, las dolorosas pérdidas que experimentó en su vida personal que darían para calificar su existencia como trágica si no fuese por el elíxir salvador de su escritura y de su humor. Es difícil no caer en la tentación de evocar su imagen como tipógrafo adolescente o como piloto de barcos por el Mississippi o enamorándose a primera de vista de su mujer al verla en una fotografía pero todas estos pasajes de su vida están muy bien desarrollados y disponibles a la vuelta de la esquina (vale decir, Wikipedia).

Tengo una costumbre como lectora, que consiste en dejar los prólogos y las introducciones para después del libro en sí mismo, de hecho soy partidaria de los "postfacios" que parecen ser rara avis. Supongo que es una forma de preservar cierta frescura en la mirada. En esta ocasión me salté esa costumbre porque sabía que el libro fue una compilación póstuma y en estos casos siempre me parece interesante saber qué parte corresponde a lo que el autor dejó establecido y lo que los editores han hecho llegar a mis manos. Además en esta edición de Impedimenta la traducción y la introducción son de Gabriela Bustelo, cuyo excelente trabajo ya he podido disfrutar antes y me hizo confiar en que no me pincharía el placer de la lectura con digresiones destinadas a ser una exhibición de su propia sabiduría. Pues bien, Bustelo cita una carta de Twain a un amigo fechada en 1909 en la que le confiesa su certeza de que el libro en el que está trabajando jamás será publicado: "Este libro no saldrá jamás. Es imposible, porque se consideraría una ignominia.". Aún así, o tal vez por eso mismo, lo escribió y en su tono afilado pero nunca amargo se percibe la voz de aquel que habla para sí mismo o acaso para sus más cercanos y consigue esa maravilla de sentarnos a su lado a oírlo y a asentir maravillados, risueños y a veces ligeramente escandalizados a sus reflexiones.

El libro podría interpretarse como un ataque feroz a la religión, específicamente al cristianismo pero no es así, porque hay en sus reflexiones tanta sabiduría, tanto conocimiento de los textos bíblicos que es indudable que cuando se critica lo que se ha estudiado a fondo, hay un cierto amor por esa fe, por esa tradición, que da derecho a abrirle las entrañas, como cuando nos enzarzamos en una riña familiar con alguien a quien no podemos odiar pero no obstante deseamos retorcerle el cuello con fervor.

El libro consta de tres apartados, el primero de ellos Las cartas de Satán desde la tierra, es la correspondencia del arcángel Satán a sus amigos Miguel y Gabriel, un relato de viaje por la tierra. Satán ha sido temporalmente expulsado del cielo por tener la lengua afilada y permitirse comentarios no del todo elogiosos sobre el último capricho de Dios: la creación. Desde el comienzo, el cielo exhibe un aire burocrático y conspirativo que nos hace simpatizar de inmediato con el díscolo Satán y logra que nos muramos de ganas de oír su dictamen sobre esta, nuestra casa y sobre esa familia mal avenida que es la humanidad y empezamos bien: "El Humano es una curiosidad maravillosa. En el mejor de los casos, es una especie de ángel de grado inferior bañado en níquel; en el peor de los casos es un ser inefable, inimaginable.". La sorpresa de Satán es máxima cuando se da cuenta de que el hombre se cree la cima de la creación divina y tiene la certeza de que el creador vela por él y escucha sus plegarias, cuando la sensación que tiene Satán es que Dios se aburría y se dispuso a crear todo ese pequeño experimento como un niño se entusiasma con un terrario o un hormiguero, cuyas criaturas le resultan fascinantes un instante y al siguiente tediosas.

El absurdo que más maravilla a Satán es la idea de cielo que nos hemos creado: un lugar en el que la única actividad es entonar cánticos al Señor, desprovisto de la actividad más fascinante para el humano (y, ¡sorpresa!, para los ángeles), el sexo. En la tierra los hombres se vuelven locos por fornicar, guerrear y crear, actividades todas desterradas del supuesto lugar de bienaventuranza al que se irá para la eternidad después de la muerte.

Luego hace un recorrido por las crueldades del Antiguo testamento, empezando por la de castigar con la vergüenza y el dolor a dos jóvenes criaturas (Adán y Eva) y a toda su descendencia por probar el fruto que la divinidad se empeñó a agitar frente a su cara hasta que cayeron. Sus reflexiones sobre el papel fundamental de la vida sexual en el destino de los hombres son delicadas y profundas, reflejan de una manera muy sutil su importancia para las religiones, la administración del placer, su normatización y control garantizan que las personas estén dispuestas a creerse cualquier pamplina sin amago siquiera de crítica.

Así, Satán va haciendo un recorrido por diferentes pasajes de la historia bíblica y se horroriza del Dios que allí encuentra: un ser todopoderoso y omnisciente que no deja de lanzar sádicas pruebas y castigos sobre sus criaturas. Una divinidad furibunda y celosa que no duda en aplastar a sus hormigas si sospecha que han estado bailando en torno a un becerro dorado. El resumen que hace de las masacres permitidas o alentadas por Dios en el Antiguo Testamento es digno de la mente de un psicópata y aún a un no creyente le recorre un cierto escalofrío al imaginarse en manos de un padre celestial de este cariz: ¿Puede esperarse que este Dios sin conciencia, este insolvente moral, sea un maestro de la moralidad, la bondad, la sumisión, la rectitud y la pureza?"

La segunda parte, Los apuntes de la familia de Adán sigue en un tono de humor algo más ligero las peripecias de un descendiente de Adán, una especie de aristócrata que se aburre en la corte de ilustre linaje y al que le interesan más las historias de sus esclavos que la odiosa princesa Sara con la que se espera que se case. Es deliciosa su descripción de una tribu de salvajes sin dios que no dejan de dar problemas a su padre y con los que periódicamente guerrean, negocian, engañan o intentan seducir: "Como no tienen dios, cuando les enviamos un misionero de buena fe para mostrarles el camino, atienden respetuosamente a sus palabras y después se comen al enviado. Esto tiende a entorpecer la propagación de nuestra luz divina."

La autobiografía de Eva, es tal vez el fragmento del libro menos irónico y más conmovedor. Su Eva tiene la voz de una niña inocente pero también de la mujer expulsada del paraíso o de la matriarca que ha poblado la tierra con su raza. Twain demuestra un conocimiento de la inteligencia femenina, de la sabiduría que debe ocultarse, del marido al que ama con un punto de condescendencia y de temor. Eva hace creativos experimentos científicos, se escandaliza de que Adán esté celoso de su bebé, revisa la dentadura de los leones, recopila un diccionario y de mil maneras intenta nombrar ese universo que se le ofreció sin estrenar, una verdadera conquista de la naturaleza, ha tenido que domesticar tanto a los animales como a sus hombres. Twain demuestra una sagacidad poco común en este retrato de la mujer original, no se limita a esa descripción estereotipada de lo femenino, que suele ser más el vaciado en negativo del concepto que los autores mediocres tienen de la psicología masculina. Hasta un clínico tan avezado como Freud y tan interesado por el discurso de sus pacientes, terminó definiendo el deseo femenino como un continente oscuro y la curación como una aceptación de la pasividad de la sexualidad femenina. Luego, sus matices pero parece que la clarividencia del escritor le gana en este punto a la del psicoanalista.

Fue una gran lectura de Semana Santa, ideal para aquellos que queremos santificar las fiestas pero no sabemos cómo.

¿Recomendable? Las últimas palabras de un genio anciano que ya no tenía miedo de decir nada, un grito envuelto en una dorada capa de ironía, una biblia plebeya, un lugar en el cual refugiarse en tiempos de oscuridad.

La edición de Impedimenta (2010), en su colección "El  panteón portátil", as usual, de calidad impecable. Apenas creo haberme cruzado con una errata y la traducción tiene esa difícil cualidad de ser prácticamente invisible. Por incluir una nota crítica, diría que esta portada no me ha dejado tan fascinada como las de otros de sus libros.

P.S. Creo en la importancia de la educación sobre religión, este libro debería ser parte de ella.

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