jueves, 16 de julio de 2015

LOBAS DE TESALIA (Pilar Pedraza)



La literatura de género es una cárcel. No para los lectores voraces que somos como ovejas felices triscando en el pasto más verde y saltándonos los vallados de las etiquetas sino para los autores que muchas veces se ven encajados en un espacio más pequeño del que su talento les merece. Este es el caso de Pilar Pedraza, autora de Lobas de Tesalia. Quienes la conozcan (una selectísima minoría entre la cual, modestamente me cuento) la tendrán clasificada como una escritora gótica, tal vez la única y auténtica escritora gótica española contemporánea.

Es de común conocimiento que el género gótico (siempre he dudado si que más que de un género habría que hablar de un estilo) ha sido declarado muerto varias veces y algunas de ellas, con motivo. Lo gótico estuvo, en principio ligado exclusivamente a la narrativa inglesa y los expertos se ponen más o menos de acuerdo en definir El monje (1796)de Matthew Lewis como la obra más representativa de la primera oleada gótica con todo su aparato de castillos oscuros, pasajes secretos, telarañas, esqueletos emparedados, doncellas pálidas en peligro y villanos con una marcada tendencia a la perversión sexual (mejor si eran condes italianos o inquisidores españoles). Como tantas otras modas literarias puede decirse que murió de éxito, su "férrea estructura formulaica"(1), la repetición de los argumentos, los personajes unidimensionales y, en general, su deriva hacia una predictibilidad infantiloide la hicieron perder el favor del público que en un momento dado la consumió con fervor. Tuvo que venir un genio como Edgar Allan Poe para insuflarle bríos ¡y qué bríos! de nuevo. Fue su introducción del terror psicológico (la locura, el reverso oscuro del amor, las pulsiones salvajes) dentro de los escenarios clásicos lo que aún nos fascina a los lectores.

Parece que cada vez que se anuncia una nueva era de la razón en que el progreso nos hará más felices a todos y que la humanidad camina de la mano hacia la luz, el gótico sale de su tumba para recordarnos que los hombres somos por dentro básicamente oscuros. Así se explica, por ejemplo, ese milagro de aclimatación literaria que es el gótico sureño en los Estados Unidos. Bradford Morrow y Patrick MacGrath, editores de Los nuevos góticos (1991), una excelente compilación de relatos góticos contemporáneos (bueno, ya son el siglo pasado) definen no sin ironía pero con mucha razón a Freud como uno de los mayores seguidores de Poe y ponen a sus casos clínicos en la honorable liga de "las más inspiradas narraciones del género". (2)

Pedraza no necesita los patrones temáticos más manidos del género para hacer una gran historia. Su relato está ambientado en la Roma imperial retratada en el punto álgido de su esplendor, justo como una fruta madura que empieza a pudrirse y con ello su olor y su belleza se vuelven aún más intensos. La heroína de esta historia, Lupercia Mania, una mujer fuerte e independiente -su condición de viuda y su profesión de farmaceútica (más que la dispensadora de medicamentos que designa el término contemporáneo, era una herborista, fabricante de filtros, perfumes y remedios tradicionales) son de gran ayuda- ve interrumpida su plácida cotidianidad por la inesperada muerte de su amiga Póstuma, quien a medida que avanza la trama se rebela como algo más que una respetable matrona de familia senatorial con buena mano para la gemología y cierta inclinación por los rituales mágicos.

Los siniestros acontecimientos que tienen lugar durante los ritos funerarios de Póstuma son el inicio de la aventura de Lupercia y su pequeño grupo de héroes. Sin dar demasiados detalles de la trama para aquellos que se atrevan con esta extraña joya, puedo avanzar que la mano del cadáver, que porta un significativo anillo es robada antes de que el cuerpo haya podido ser adecuadamente despedido con todos los ritos que deben guiar su paso al otro mundo. Este hecho desata una serie de desgracias y malos augurios para el espíritu de la fallecida y sus deudos, por lo cual finalmente Lupercia se ve empujada a encabezar una expedición que parte a la caza de la reliquia.

Al comienzo esta historia parece tener el foco exclusivamente en los personajes femeninos que en todos los casos deben luchar como lobas por hacerse un lugar en la patriarcal sociedad romana y aunque con frecuencia su inteligencia les merecería un lugar de mayor importancia, deben valerse no solo de ella sino de otras artes secretas para ocupar un sitio que de sobra merecen; lejos del cliché de la conducta sentimental atribuida tradicionalmente a las mujeres hay una certera alusión al sentido práctico femenino: "A mi siempre me ha gustado que haya presencia femenina en los asuntos públicos graves, además de los domésticos, ya que descentra a los hombres y precipita soluciones más rápidas y realistas".

El viaje que han de emprender no es ninguna tontería, deben internarse tras una peligrosa hechicera, Ericta, que según la evidencia de que disponen, ha robado la mano y huye hacia la región griega de Tesalia, famosa por albergar una tradición de hechicería del tipo más oscuro y poderoso. Lupercia, como líder de la partida (patrocinada por varios estamentos relacionados con las artes mágicas, entre ellos el templo de las Vestales), reúne una sólida pandilla, conformada por una joven esclava, Catula, a la que ha prohijado y a la que cuida con una mezcla de exasperación y cariño, pues el carácter de la niña que ha vivido como una perra callejera es una mezcla de garras afiladas y necesidad de amor; Lycofrón, un liberto tesalio, hombre curtido en la guerra, antiguo gladiador con el temple y la habilidad para desafiar a un salteador o reparar la rueda rota de una carreta; completaba el grupo el joven erudito etrusco Veyano Jasune, tan conocedor de las sagas y tradiciones de su pueblo como de la ciencia divina de las muchas mitologías que convivían en ese gran imperio y que a falta de conocimientos prácticos tenía el nada desdeñable don de la narración: "Los romanos contamos cuentos a nuestros niños, pero los etruscos hacen que los niños se los cuenten a los mayores, lo cual me parece unan estrategia muy inteligente (...) si había algún enfermo, la ración se multiplicaba, porque todos querían un relato que aliviara sus males. Tenían una fe ciega en el valor curativo de la palabra y la narración." Tanto si esta tradición etrusca es una creación de la autora o tiene alguna realidad histórica, este pasaje es un bello homenaje al arte de narrar y el poder de la palabra. Una vez iniciado el viaje y de un modo casi inadvertido se les uniría la hechicera Macaria, un personaje que muta según avanzan en su ruta y va revelando aspectos nuevos de su personalidad, como una gema que inventa facetas diferentes bajo cada luz.

En ciertos aspectos la estructura de esta aventura se ajusta a los patrones clásicos del viaje iniciático: el joven héroe debe partir tras una reliquia, superar pruebas, abatir monstruos, descifrar enigmas, pasar penurias, sufrir pérdidas pero también probar el placer del amor y del vino, para finalmente enfrentarse al oponente más poderoso y definitivo, vencer y regresar a su tierra más sabio y más fuerte. Para ayudarle en su misión cuenta con compañeros de talentos extraordinarios con los que ir salvando obstáculos y peligros. Con mucha habilidad, Pedraza cambia al joven héroe por una protagonista madura que en su periplo descubre más verdades sobre sí misma y los que ama, que prometidos secretos de magia. Dada la dureza de las revelaciones con las que se va enfrentando y que la obligan a poner en cuestión su propia historia e incluso la de Roma que ella conoce, no podemos negar que su valentía le merece el título de heroína.
En el texto de la contraportada se nos informa que Pedraza ha ejercido como profesora de historia del arte, este hecho unido a su amor por el Mundo Antiguo ayudan a que su recreación de este universo sea de una vividez que jamás da la sensación de decorado de escayola, como ocurre en tantas novelas históricas formato ladrillo que nos sueltan largas parrafadas de datos y escenarios y luego ponen a sus personajes a retozar entre las ruinas de cartón piedra hasta que el lector se quiere arrancar los ojos como hizo el pobre Edipo por horrores menos gravosos (la cosa va hoy de clásicos).

El viaje de este grupo va desde la luminosa sensación del inicio de una aventura hasta el descenso al inframundo y el retorno. Un inframundo particular, la morada de una bruja, tal vez más aterrador que el Hades, un averno personalizado asusta más el que lleva mayúsculas. En comparación el descenso final al "campo de asfódelos" que se relata en el epílogo resulta más nostálgico que aterrador. Según el erudito profesor, experto en mitología clásica, Carlos García Gual, "El Viaje al Más Allá es la empresa definitiva del héroe mítico; es la aventura por excelencia, la que aguarda al Elegido, la que sólo él puede cumplir.", incluso aunque su botín se le escape en el último momento como le ocurrió, por ejemplo, a Orfeo, "siempre vuelve, más sabio, más ejemplar, más magnánimo.", así, la protagonista al final de su fascinante viaje queda en posición de entregarnos unas cuantas verdades duramente ganadas que no voy a contar aquí porque son el botín que aguarda al lector que se decida a lanzarse al viaje.



Unas palabras para la edición: Valdemar se luce en este pequeño pero dignísimo formato de tapa dura, con una portada con el acierto habitual y que da una deliciosa consistencia a la colección. Una novedad respecto de otras obras de la colección de El Club Diógenes son las ilustraciones, de una belleza perturbadora, acompañadas de fragmentos de texto que me recuerdan viejos libros casi más recuperados de la infancia de mis padres que de la mía propia. Una deuda y un único fallo editorial: no se cita al artista autor de las ilustraciones (¿grabados?) que sabe interpretar con tanto acierto en imágenes los aspectos de más profundidad estética que plantea el relato.

Edito: El artista, Luis Pérez Ochando, autor de las ilustraciones me ha contactado y con su permiso sigue a continuación uno de mis favoritas:



Compré mi edición en la caseta de Valdemar en la pasada Feria del Libro de Madrid y luego volví el día que firmaba la autora. Una mujer cálida, consciente de que sus libros son un placer minoritario y de las posibilidades, a veces limitadas de un autor que elige un género "raro" hasta las últimas consecuencias. ¡Ay! si Hollywood destrozara alguno de sus libros en lugar de tanto remake soso.

Es verano, hay tiempo, hay disposición para el placer. Tanto con playa como en el calor de la ciudad que se derrite, este libro es un compacto dispositivo de viaje, una puerta para hacerse turista de otro mundo.

Más información y reseñas:

- Detallada, con conocimiento de la obra de Pedraza en Fabulantes
- Entrevista a la autora en la Revista Makma (buen descubrimiento).

______________

(1) Portal "Novela gótica" en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
(2) Los nuevos góticos. Varios autores. Bradford Morrow y Patrick McGrath (editores). Minotauro.           2002.
(3) Mitos, viajes, héroes. Carlos García Gual. Punto de lectura. 2001.