sábado, 29 de marzo de 2014

DE MONSTRUOSIDAD Y LOCURA (Roberto Arlt)


 Una de las ventajas de releer es que se abren viejas puertas de la memoria que podrían haberse quedado cerradas para siempre. Hace poco volví sobre El túnel y a diferencia de las ocasiones anteriores me detuve a leer el largo, detallado y (a veces) tedioso estudio introductorio, que en uno de sus apartados trataba la disyuntiva del autor entre el valor estético de la literatura y su importancia como herramienta de compromiso político y de denuncia social. En el Buenos Aires de la época esa disyuntiva quedaba retratada por dos grupos de literatos, el de Florida y el de Boedo, dice Ángel Leiva, autor de esta introducción que "Jorge Luis Borges y Roberto Arlt son, para Sábato, los arquetipos de uno y otro grupo, el aristocrático Florida y el plebeyo Boedo".

De Borges me lo he leído todo pero se han escrito estudios con tanta profundidad y erudición sobre su obra, dudo que me atreva a agregar algo de mi cosecha sobre ese universo de laberintos en los que acecha la mirada de oro de un tigre. Sin embargo, me di cuenta de que no sabía nada o muy poco de Arlt. Supongo que la impronta de lo "social" en su obra me hacía temer encontrarme con un estilo panfletario. Siempre he creído que la literatura no ha de servir a ningún propósito, lo intencionadamente social me parece sospechoso y al final, cualquier buen escritor retrata la realidad, la que lo rodea o esa construcción mestiza que es la vida interior.


A los pocos días, de vuelta a casa hice una parada táctica en una librería, no pensaba comprar, sólo airearme un poco los pensamientos pero me crucé con un título que me gustó: De monstruosidad y locura, que resultó ser una antología de cuentos de Arlt. Me lo llevé porque cuando la circunstancias se confabulan para ponerte un libro en el camino, es mejor no hacerse de rogar.

Roberto Arlt nació en 1900 en Buenos Aires, hijo de inmigrantes,de  una triestina de lengua italiana y de un prusiano, oriundo de un lugar que sin moverse del mapa parece haber ido siendo arrebatado de imperio en imperio hasta terminar recalando en la actual Polonia. Arlt se fue muy joven de casa, tenía una mala relación con su padre y para sobrevivir se dedicó a una pintoresca serie de oficios pero muy pronto recaló en el periodismo que le permitiría contar con un medio de vida y entrar en contacto con los círculos literarios del momento, incluso llegó a ser secretario de Ricardo Güiraldes pero claramente la sofisticación de Florida, con sus jóvenes y eruditos autores, que probablemente le mirarían algo por encima del hombro, no eran lo suyo. El polo opuesto a esa aristocracia de las letras, era Boedo, qur tomó su nombre de un suburbio del hervidero de nacionalidades y ambiciones que era la ciudad por esos tiempos. Allí parecía encajar mejor pero ni siquiera en ese fortín de la literatura comprometida pareció encontrarse en casa. Tengo la sensación de que era un hombre furiosamente individualista, que necesitaba encontrar un camino personal y ansiaba tanto el reconocimiento de su talento, como temía ser apacentado por la preferencia de las mayorías.


Esta foto es su imagen más socorrida. Murió joven, con cuarenta y dos años pero en la foto ya parece mayor, con la cara marcada por batallas con la vida y consigo mismo y, sin embargo, mantiene algo adolescente, tal vez el mechón rebelde, tal vez esa mirada de una oscura clarividencia que recuerda la angustia juvenil frente a la vida que se viene encima. Viajó, escribió crónicas policiales, fue corresponsal en el Tánger de los espías y las intrigas transnacionales y aunque conoció el reverso del mundo, parece que nunca dejó de sorprenderse por la capacidad de crueldad que tenemos los seres humanos para con nuestra propia raza.

Por muy interesante que sea el personaje Arlt, se supone que yo vine a hablar de su libro, que me gustó mucho. Parece casi inevitable cuando se comenta una colección de relatos decir que su calidad es desigual, creo que no es el caso, la mayoría son excelentes. En algunos se me atascó un excesivo efectismo, como si la bofetada a las buenas costumbres y a los usos establecidos fuese demasiado evidente.

El más conocido de estos cuentos es "El Jorobadito", que hace un estupendo retrato de la angustia que sufre un hombre al darse cuenta de que se ha comprometido con una mujer de una belleza tan fría y correcta como su conducta y de que su suegra lo mangoneará por el resto de su vida. En medio de la farsa de las visitas familiares introduce a un insoportable jorobado que ha conocido en un café, a sabiendas de que sería una bomba en la pequeño burguesa casa de su familia política. El final es, de forma coherente, el más trágico para los más débiles de la historia.



Hay una serie de relatos de temática árabe y africana, alguno de ellos con un sesgo fantástico como "Odio desde la otra vida", que echa mano de la teoría de la transmigración de las almas para explicar cómo dos amantes deben permanecer separados debido a la inquina que se profesaron en otras vidas y que amenaza con devorar el amor que se tienen en el presente. "Los hombres fieras" está ambientado en el África negra y trata el tema del canibalismo y el retorno a la bestia que habita dentro de los hombres, incluso de los que se creen totalmente civilizados:
"Y ahora estoy aquí, padre, para pedirle la absolución de mis pecados y el perdón, porque me mataré. Es necesario que aproveche este intervalo de lucidez para exterminarme, antes que vuelva la horrible tentación a lanzarme al bosque en busca de víctimas..."
Aunque aquí hay un puñado de buenas historias de donde escoger, mi favorita sin duda en "Rahutia la bailarina". Las mujeres fatales suelen ser personajes esquemáticos, fichas en historias de espías, obstáculos en el camino de las heroínas de carácter más edificante o trampas para el protagonista masculino que debe sobreponerse al encanto envenenado de su cuerpo y sus bajas artimañas. Pero Rahutia es diferente, logra fascinar al lector por su complejidad, su atractivo procede más de su talento y su inteligencia, de su desolado conocimiento de los hombres pues, para empezar, ni siquiera es hermosa: "Las danzas de esta mujer fea eran un temblor de rodillas y crótalos que exaltaban a los espectadores. Presagiaban la muerte y el zarpazo de la fiera".
Rahutia a los dieciséis años había sido repudiada por su marido, un mezquino comerciante demasiado pequeño para la mujer que le había tocado en suerte, que sospechaba de su fidelidad y que no la mató sólo por reservarse el placer de humillarla gracias a su creciente fortuna, que un día le permitiría mantener un harén. Han pasado los años y Rahutia es una célebre bailarina, una mujer fuerte pero herida por la vida, mejor que lo diga Arlt:
"(...) había corrido por a través de las decepciones con el mismo gesto doloroso de un guerrero que tiene las sienes atravesadas por una saeta.
Su corazón estaba empapado de odio a los hombres.
Era una mujer pequeña, sombría y delgada, de manos ardiente y labios fríos. Su rostro, endurecido por la adversidad, inspiraba respeto, pero cuando sonreía, súbitamente su rostro alargado se llenaba de tanta luz e ingenuidad que hasta a los granujas más recios les temblaban las manos."

La historia, ambientada en Tetuán, se dispara cuando el hermano de uno de sus antiguos amantes, que ha cometido suicidio, busca a Rahutia para vengarse y utiliza a su antes marido para atraerla a una emboscada. El resto del relato tiene que ver con cómo cada uno de los personajes comercia con la materia de la verdad y desarrolla de una hermosa manera la vieja metáfora del cazador cazado. Ah, qué  heroína, qué belleza verla caminar atravesando la noche, sus pies de bailarina y el silencio cómplice de las mujeres en las terrazas de los harenes.

El último relato de esta selección, "Las fieras", es tal vez el más realista y el más desolador de todos. Un hombre que vive en la degradación moral más profunda, un proxeneta, evoca a una mujer a la que amó y le habla a su recuerdo del  mundo subterráneo y salvaje en el que habita.

En conjunto, un libro duro, lleno de aristas pero también de fuerza y de hermosura.

La edición es correcta pero no muy bonita, el formato es un poco raro y a veces parece querer apurar el espacio al máximo, sobre todo un defecto relacionado con la maquetación, las páginas sin diálogo se hacen eternas. La introducción de Pedro Antonio Curto tiene un buen balance entre los datos que aporta del resto de la obra de Arlt, un esbozo biográfico y el análisis de los cuentos que aquí se presentan.

No conocía a esta editorial, Ediciones Irreverentes, que según he visto en su web, tiene  un catálogo muy interesante. Anoto que aunque lo importante es siempre el contenido, no estarían de más unas portadas más cuidadas, al fin y al cabo, a veces es lo que hace que el lector estire la mano. Detalles estéticos aparte, creo que vale la pena seguirles el rastro.

Más información:

Un artículo del mismo autor del prólogo en Periódico irreverentes
Nota biográfica en la web del Instituto Cervantes
Nota en Lecturalia
Artículo biográfico sobre Arlt en Revista Clarín

sábado, 1 de marzo de 2014

EL INVITADO AMARGO (Presentación)



Hoy voy a hacer una cosa rara: hablar de un libro que aún no he leído. Bueno, mientras escribía esto he encontrado on line los dos primeros y breves capítulos que que la editorial pone a manera de aperitivo y me los he zampado de un estirón. Es una estrategia arriesgada porque sí la calidad es buena, el lector va a picar, no hay garantías de que el resto del libro esté a la misma altura pero se crea un entusiasmo de inicio que hará que casi con seguridad se termine comprando, prestando, robando o lo que sea pero si el arranque es flojo, no va a haber manera de que se desee ese libro ni gratis. En este caso, he caído y me iré a la librería en cuanto mis finanzas me lo permitan, o tal vez antes.

El lunes pasado estuve en su presentación en la Central de Callao. No suelo acudir con mucha frecuencia a este tipo de convocatorias, a menos de que sean de un autor que esté en mi olimpo personal pero en este caso unos comentarios oídos en la radio me hicieron interesarme, además el título, El invitado amargo es precioso y, como muchas cosas bellas en literatura, es de Shakespeare:

"Lest jelousy, that sour unwelcome guest
Should by his stealing in, disturb the fest (...)"
(Venus and Adonis)

Apretujado en la sección de libros de historia de la Central de Callao, un público ansioso de oír a los autores se apoderó de todos los sitios disponibles. incluyendo picos de mesas, escaleras y cajones. La concurrencia estaba compuesta en su mayoría por quienes parecían ser supervivientes de une época intensa de aventuras vitales e intelectuales. Por momentos esa habitación parecía una balsa cuyos ocupantes mantenían una mirada preocupada sobre los otros, como preguntándose quién sería el próximo en caer pero temiendo más ser ellos los próximos en hundirse.

Pasan las presentaciones y llega el momento de los autores, Vicente Molina Foix y Luis Cremades. Lo que me intrigó y me hizo ir fue la rara metodología de escritura que determina la estructura del libro, para entenderla hay que irse a la anécdota que Molina Foix relató con un saludable sentido del humor y que parece una irrupción de lo novelesco en la realidad: un fin de año, estando él ausente, su casa es asaltada y los ladrones, cuyo magro botín fueron dos botellas de whisky, dejaron tras su búsqueda de joyas o dinero, los cajones desparramados por el suelo. Al intentar recomponer el orden cotidiano se dio cuenta de que muchas cartas y recuerdos del pasado habían retornado por esta extraña vía y le impactó especialmente reencontrarse con las cartas de un hombre más joven que él, Luis Cremades, con quien había tenido una relación intensa y que termino tal vez prematuramente, según refiere, en gran parte por culpa, de ese invitado amargo: los celos. El de la edad es un tema recurrente en la charla, tal vez porque cuando la relación tuvo lugar, ponía a los protagonistas en escenarios vitales muy diferentes: un estudiante y poeta en ciernes de diecinueve años y escritor de treinta y cinco con un recorrido ya importante en la vida y en el arte.

A raíz del pasado resucitado involuntariamente y conmovido por la fuerza y la calidad de las cartas de su antiguo amante, Molina Foix concibe el proyecto de escribir unas memorias que recuperen la historia de ese amor y con ella revivan toda esa época. Lo interesante es la metodología: no trabajarán a cuatro manos sino que cada uno producirá un capítulo, al cual el otro responderá con el siguiente. Esa escritura de alternancia genera una cierta dinámica epistolar, aunque el relato no responda a este formato. Al oír hablar a los autores de las pesquizas en su propia memoria a veces da la sensación de que se trata de una novela policíaca en la que la víctima es el amor y los detectives son los antiguos amantes.

Cremades tenía un afonía muy grave, por lo cual se agradece doblemente su esfuerzo y tanto su voz como su estampa hablan de una lucha contra ciertos quebrantos de salud pero me quedo con una frase que espero haber anotado con fidelidad: "Cada límite es una fuente de posibilidades".

Después de oírlos, me quedan muchas preguntas que, imagino sólo resolveré cuando lea el libro, aquí van algunas:

- En algún momento de la charla se evoca ese punto de sagrado que tiene la experiencia personal, entonces transformarla en literatura sin el filtro de la ficcionalización ¿no es profanarla?
- ¿Son la vileza de nuestros propios actos y la propensión a su olvido magnitudes inversamente proporcionales?
- ¿Funcionará narrativamente ese constante juego de reflejos entre la realidad y la literatura y de la construcción artificial que son los recuerdos (aunque estén basados en la realidad) a la ficción del relato?
- ¿Serán deprimentes o infinitamente divertidos los chismes de la escena literaria retratada?