domingo, 12 de abril de 2015

LA SOLTERONA (Edith Wharton)



Este es mi primer libro de Edith Wharton. Recuerdo que hace mil años cuando vi la película La edad de la inocencia me prometí a mí misma que tendría que leer pronto algo de la autora de la novela. Promesa tan pronto formulada como olvidada.

Son tantas las lagunas y tantas las ganas de llenarlas que parece una carrera contra los afanes corrientes de la vida. Me entró una nostalgia terrible de las cosas que no he hecho cuando tuve por fin un libro de Wharton en las manos y juro que me vino a la memoria este verso: "Todo nos llega tarde ¡hasta la muerte!", es de un viejo poeta colombiano, Julio Flórez, justamente casi olvidado pero que aquí obró un pequeño milagro:

Todo puede llegar, pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia; la alabanza,
cuando está ya la inspiración inerte.


Como no era cuestión de que encontrarán mi cadáver con el libro de Wharton como carta de suicidio, me puse a leerlo y me sentí más triste y también más reconfortada. Empecemos por el título, odio cuando el título de un libro me engaña (ya hablaré en otra ocasión de una experiencia reciente en ese sentido) pero no cuando me sorprende y este fue el caso.

Se impone un poco de historia para entender el universo de esta escritora, aunque se puede disfrutar igualmente desde la más profunda ignorancia porque los dramas buenos y verdaderos son atemporales. Edith Newwbold Jones nació en 1862 en una familia aristocrática en Nueva York, esa aristocracia sin coronas y con apenas historia que se sustentaba en la antigüedad y la solidez de las fortunas que crea una ilusión muy eficaz de dinastía. Traduzco un trocito de la nota biográfica que aparece en la web de Pinguin: "El estrato más alto de la sociedad en la que nació la proveyó con abundante material para una novelista pero no la animó a crecer como artista. Educada por tutores e institutrices, fue criada para una única carrera: el matrimonio. Pero su matrimonio en 1885 con Edward Wharton fue una decepción emocional, si no un desastre. Ella sufrió una serie de crisis nerviosas en 1894. A pesar de la debacle de su matrimonio, o puede que a causa de ella, empezó a escribir ficción y publicó su primera historia en 1889.". Por fortuna para sus lectores Edith se sobrepuso y a pesar de que su divorció sólo tuvo lugar hasta 1913, desde 1907 llevó una vida libre en París, período del cual la nota de la solapa de la edición de Impedimenta nos trae algún detalle jugoso: "donde viviría rodeada de princesas y duquesas, novelistas, historiadores y pintores, hasta su muerte. Durante un tiempo mantuvo un sonado idilio con el periodista estadounidense William Morton Fullerton. Este era bisexual y alternaba a la escritora con Lord Ronald Coger, Rajá de Sarawak. Ella misma, también bisexual, mantuvo una larga relación con la cantante de ópera Camilla Chabbert, y las relaciones esporádicas con la poeta y guionista Mercedes Acosta.".




Edith Wharton, Fuente: Biblioteca Beinecke, Universidad de Yale





Greta Garbo (una de las conquistas de Mercedes de Acosta)

Si una vida agitada puede convertir sus tribulaciones en arte, entonces hemos de agradecer que su inteligencia, sus inquietudes, su largo y desafortunado matrimonio, las calaveradas de su marido, sus romances con damas y caballeros, se fundieran de una manera tan afortunada en su obra y gracias a su talento nos dejaran esa incisiva visión sobre su mundo y su tiempo. No hay mejor crónica que la que mezcla elementos profundamente íntimos a través del prisma de la belleza de la escritura, pues aunque no se ciña a hechos estrictos, transmite esos fragmentos de vida con una verdad difícil de encontrar en otros sitios.

Warthon utiliza para estructurar su narración la relación entre dos primas, una de ellas, Delia Lovell, una joven matriarca felizmente casada con un miembro de la familia más prominente de Nueva York, ella misma, de una excelente familia (el horror era una unión desigual) se dedicaba a encarnar el ideal social sin fisuras: una madre joven, bien casada, elegante, que empieza a posesionarse como abeja reina de su entorno. La otra prima, de la rama pobre de la familia, Charlotte Lovell se nos presenta a punto de ser redimida de su destino de solterona por un afortunado matrimonio con otro Ralston.

Desde el comienzo nos encontramos con un tono irónico que sólo es legítimo en quien conoce profundamente el tema sobre el cual ironiza: "vivían en una apacible molicie cuya superficie jamás se veía alterada por los sórdidos dramas que eventualmente se escenificaban entre las clases inferiores". Este sólido discursito moral nos lo suelta justo antes de desplegar ante nuestros ojos un sórdido drama de clase alta. Para que podamos entender las coordenadas y el paisaje en el que se han de mover nuestras heroínas (a final, cada una lo es a su manera) Wharton nos da una clase magistral sobre el pensamiento que regía a esta casta: "A la cuarta generación de Ralston apenas le quedaban convicciones, salvo un exacerbado sentido del honor para las cuestiones privadas y comerciales. (...) Estaban relacionados con muchos de los prohombres que habían levantado la República, pero ningún Ralston se había comprometido hasta el extremo de asemejarse a ellos. (...) Y pese a todo,  a fuerza de ser tan numerosos y semejantes entre sí, habían llegado a tener peso en la comunidad". 

Charlotte tiene un secreto que le impide casarse sin incurrir en un terrible engaño o renunciar a un afecto que es primordial en su vida. Su aparentemente inocente prima, que en principio está en shock al enterarse de que en su impecable mundo, cosas terribles sucedían (cosas terribles como el sexo fuera del matrimonio), cosas que le hacían pensar en lo cerca que había estado del abismo y que genuinamente había una parte de ella que había decidido saltar con los ojos cerrados.

La trama de esta novela breve y perfecta está tan bien trazada que no me atrevo a develar casi nada. Hay un secreto, una renuncia y mucho amor equivocado que termina en una vida amargada, cuyo único sentido es proteger la promesa de felicidad de otra joven vida. La psicología de los personajes femeninos es tan compleja que parece imposible desarrollar unos retratos tan profundos en tan poco tiempo. Los personajes masculinos son, con en el ballet clásico, meros partenaires, aunque de vez en cuando tenemos una vislumbre de que eran algo más que las pulidas superficies que atisbamos en el relato.

Warthon es una gran narradora, a veces casi podemos sentir la textura de la seda en que están forrados los sillones en los que las primas se sientan a decidir el destino de alguien. No necesita hacer un inventario detallado de las mansiones para que sintamos que hemos tomado el té con los Vandergrave o asistido a una fiesta de compromiso entre un Halsey y una Lovell. Un mundo suntuoso y cerrado, definido por la riqueza y por la ansiosa imitación de una idealizada grandeza europea pero con la sólida base del dinero americano.

Pero el principal motivo para leer esta historia tierna y amarga no es su perfección literaria. No, es lo vigente que resulta: todos estamos presos de ciertas convenciones, de ciertas prioridades. Parece que el universo de Ms. Warthon está muy lejano, que hoy en día siempre amamos a quien decidimos amar y tenemos libertad de elección, al menos en los afectos. ¡Mentira! ¿Quién no conoce a las infortunadas parejas que permanecen unidas por la hipoteca en un piso imposible de vender? Las deudas unen tanto como los prejuicios de la alta sociedad. Las convenciones cambian, la esencia del ser humano, no.

La traducción de Lale González-Cotta está muy bien y como un plus, nos ofrece un postfacio con interesante información sobre la vida y obra de la autora, que hace énfasis en la dificultad de ser mujer y artista en la época, de lo complicado que era en general, como mujer, atreverse a pensar por fuera de los límites de lo conyugal y maternal. En este caso se agradece además que sea un postfacio, así se disfruta de la obra sin filtros y luego se aprecia más este análisis entre erudito y personal.
Más información:

La ficha de Impedimenta siempre contiene dos o tres artículos bien escritos y de agradable lectura.


sábado, 4 de abril de 2015

LA SEÑORITA MAPP (E.F. BENSON)



Por alguna maravillosa carambola del destino (que sólo he notado y/o me interesa a mí) he leído tres libros seguidos sobre solteronas. Qué maravilla de mujeres, tan diferentes ente sí, del tono trágico al cómico, del desgarro a la farsa pero siempre ellas, fuertes, vitales, amargadas, risueñas. Para la buena literatura los clichés no existen, las solteronas no son aburridas y pueden ser más seductoras para el lector que una afilada vampiresa. La palabra es en sí misma triste y poca inspiradora pero estas damas nos harán pensarnos dos veces ese estrecho significado; una mujer sin hombre aún es un enigma, bienvenidos a intentar descifrarlo.

Hoy les voy a presentar a la primera de ellas: la señorita Elizabeth Mapp.

Llevaba tiempo huyéndole a este libro. Había leído la contraportada y me parecía que la mezcla de elementos era tan perfecta para mi gusto (humor, pueblito inglés, autor rarillo) que tendría que ser una decepción por fuerza.

Yo conocía a Benson en su traje de escritor de relatos de terror; uno de sus cuentos (La otra cama) hace parte de la magnífica antología Cuentos únicos, recopilada por Javier Marías. El efecto terrorífico está logrado de forma magistral: una mezcla entre el gore de un suicidio sangriento, el fantasma que repite sin cesar esa ceremonia brutal y la idea del doble, sugerida de una forma sencilla pero de una gran eficacia: el desasosiego que producen las camas gemelas en una habitación ocupada por una sola persona.

Parece complicado el cambio de registro del terror a la comedia sarcástica pero el Sr. Benson -dejémonos de misterio- lo logra de forma notable. El tono es magistral desde la primera línea: "La señorita Elizabeth Mapp aparentaba unos cuarenta años, y había aprovechado esa circunstancia para restarse un par de ellos. (...) Ese fastidio casi permanente, y las más ominosas sospechas respecto a todo el mundo, habían logrado conservarla joven y activa en extremo.".

La señorita Mapp es la autoproclamada emperatriz de la vida social del pueblito costero de Tilling. Su corte está constituida por un reducido número de súbditos, a cual más descontentos de su tiranía pero por algún motivo u otro, poco dispuestos a cuestionarla. Una pandilla de filisteos, hipócritas y tacaños, a la cual, por algún encanto literario al autor consigue que le tengamos cariño.

Esta novela es un homenaje y una burla a personajes y los tics prototípicos de la novela inglesa: los curtidos militares de colonias, el vicario escocés, la artista bohemia de tendencias lésbicas. El bridge como el más alto logro de la civilización y la suprema ceremonia social.

El ambiente está perfectamente construido con sólo un puñado de personajes, unas ricas descripciones de sus casas, sus servidores y apenas algo más que una calle, una cuantas tiendas y una estación de tren. Podría reconocer la rechoncha figura de Godiva Plaiwstow -Diva-, rival y mejor amiga si la viera recorrer una calle con su veloz caminar gallináceo o saludar a la pretenciosa Sra. Poppit, miembro del imperio británico, al bajarse de su maravilloso automóvil en el que su chófer la ha llevado a recorrer un tramo de tres extenuantes calles. Existe un personaje básico para que funcione la estrategia de la novela: la joven pintora Irene Coles, el necesario elemento estrafalario de este ecosistema, que asiste con una sonrisa irónica a las maniobras de nuestra heroína y se atreve a dirigirse a ella con un irrespetuoso Mapp.

Los personajes masculinos también están muy bien delineados con pocos rasgos en su obsesión por el whiskie, el golf y su miedo a ser pillado por las garras de alguna fémina que pretenda domesticarlos más allá del té y las partidas de bridge.  

La señorita Mapp es tan profunda como el más avezado de los estrategas militares, con sólo olfatear el ambiente a través de su visillo es capaz de percibir la mínima perturbación en sus dominios y ponerse manos a la obra para intervenir: "los buitres de las conjeturas dejaron de picotear el cerebro de la señorita Mapp durante unos instantes, pero pronto continuó tirando del hilo dorado (...). A pesar de mi adoración por Mapp me regocijaba cuando las cosas le salían mal y sus elaborados planes terminaban en un ridículo total, del cual ella siempre renacía como el ave fénix de las intrigas que es. 

La traducción de José C.Valés es, como de costumbre, cuidada. Consigue transmitir el sentido del humor y el ritmo de la prosa juguetona y satírica de Benson. Las notas son siempre pertinentes, sobre a todo en cuanto a las referencias culturales de la época, citas bíblicas y algunos retruécanos intraducibles.Es aburrido cuando un traductor es tan bueno  y no se le puede pillar en un renuncio evidente. Seguiré vigilándole, Sr. Valés.

Lo mismo para Impedimenta, una bonita edición, con el acierto acostumbrado en las portadas y ese buen gusto para rescatar autores poco conocidos en castellano. Se agradece también la buena ficha en su web con links a reseñas y artículos pertinentes.

Esta novela hace parte de una serie (no es la primera, pero no creo que importe demasiado el orden) y espero degustar alguno de estos platillos que espero tengan esa mezcla de dulce y amargo que aquí funciona tan bien.

E.F. Benson

Esta edición incluye un relato corto, The male impersonator (traducido como La vizcondesa del music hall) también protagonizado por Mapp (he terminado por adoptar el irrespetuoso apelativo) muy bien presentado y que me hizo sentir curiosidad por la biografía de Benson, que resultó ser fascinante, unas pocas líneas: Edward Frederic Benson nació en 1867, su padre fue obispo de Canterbury y su madre fue descrita como la mujer más brillante de su época. A la muerte de su padre, su madre Mimi, vivió con su amante en un "matrimonio bostoniano", en esa extraña negación y tácita aceptación victoriana de la homosexualidad femenina. Tuvo una hermana egiptóloga y escritora, tres de sus hermanos fueron también notables hombres de letras y homosexuales, por supuesto de una manera relativamente discreta, su hermano pequeño fue íntimo de Barón Corvo y luego se convirtió al catolicismo (no se cuál de las dos cosas fue más escandalosa). Benson, además de literato, fue un gran atleta, un hombre guapo y activo que llegó a representar a Inglaterra en la modalidad de patinaje artístico. ¿Fascinante, no?

Más información:


  • Jugosa nota biográfica de Walter Mason EF Benson, his life and times en The Newton review of books.
  • Reseña de José Rafael Martínez en Mar de tinta. Sólo para que quede claro, esto sí es gran literatura.
  • Para asomarse a la faceta terrorífica de Benson, una reseña de La otra cama en el blog Lecturas errantes