domingo, 3 de febrero de 2013

EL VIAJERO DEL SIGLO

La biblioteca pública se vuelve un refugio para los malos tiempos. En la de mi barrio conviven estudiantes que muerden con furia la tapa del bolígrafo con la mirada clavada en sus apuntes multicolores, con viejos que vienen a leer la prensa y revistas del corazón y, tal vez, a disfrutar de un buen rato de calefacción gratuita, con inmigrantes que se se conectan a internet y a sus lejanas casas y le dan vida a esas secciones de libros en lenguas raras. Como puede verse, las ratas de biblioteca son de variado pelaje y ralea. Yo soy una de elllas. ¡Orgullo ratil!

Un viernes de este este enero de desasosiego, vagaba por los pasillos de narrativa sin saber a qué hincarle el diente, como una rata atontada en un laberinto de nivel avanzado. Mi ánimo no podría resistir otra novela negra más sin sucumbir a una sobredosis de este duro y agradecido género. Entonces vi su nombre y recordé su voz porque suele hacer breves colaboraciones en un programa de radio que a veces oigo. Andrés Neuman, El viajero del siglo se vino conmigo a casa.

Lo he terminado de leer hace unos días. Lo cerré y no supe decir si me gustaba o no. Es un libro de 531 páginas, o bien me había gustado o soy una obsesiva incapaz de dejar un tostón inacabado. Como tengo un mi armario de lectora unos cuantos cadáveres de clásicos imprescindibles dejados por el camino por culpa del hastío, el dictamen es que sí, me ha gustado. La duda venía de que no lo he devorado con la gula culpable con que me meriendo otras lecturas.

Me gusta su complicada maquinaria, sus diferentes niveles de lectura, que van desde el viaje en el tiempo de la ciencia ficción, la esforzada y documentada novela histórica, hasta los vivaces trazos del relato erótico. ¿Cómo describir esta historia con tantas aristas? Neuman monta su complicado artilugio narrativo en torno a un joven viajero, Hans, que recorre la Alemania del siglo diecinueve y se detiene un poco contra su voluntad en la ciudad de Wandernburgo. Ciudad, que a su vez es otro delicado mecanismo con una configuración que evoca a los territorios borgianos que existen en la bruma de la intermitencia.

Tiene una característica que he detestado en otras novelas: la erudición. La erudición en medio de una historia me resulta irritante, como lectora vaga que soy, me hace pensar que si quisiera un tratado de filosofía, no estaría leyendo lo que me habían vendido como novela. Pero aquí queda bien, cuadra con el aliento y las inquietudes de los personajes, supongo que no es gratuito que la heroína se llame Sophie.

Me costó empezar, al comienzo el ritmo es lento, como las aguas indecisas del Nulte, el raquítico río de Wandernburgo. Poco a poco se van enlazando escenarios, los rostros de los personajes se van fijando en la memoria y te ves navegando con cierta soltura por la historia. Me gustan Álvaro, el expatraido español; el detestable aristócrata Rudi, al que su enamoramiento redime ante nuestros ojos; el organillero y su estupendo perro Franz; las neuróticas señoras Pietzine y Levin; me gusta la rebeldía de Sophie, de Lisa y de Elsa, mujeres descontentas con los estrechos límites de sus vidas.

No es el tipo de historia que se ataca a dentelladas. Hay que tomarse el tiempo de ir encajando las diferentes tramas y el ritmo dispar con el que conviven. Hay incluso una trama invisible, la de la verdadera naturaleza de Hans, de la que sólo recibimos indicios, señales sueltas: su misterioso arcón, su bonete rebelde, sus viajes y su sabiduría en lenguas. Lo mágico es que al final, al menos para mí, la trama invisible tiene tanta consistencia como las otras.

Notas superficiales: Obra ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2009. Portada un poco fea. Simpática foto del autor sonriente, se agradece que evite la pose del mentón apoyado en la mano.

Información interesante:

Blog del autor
Ficha del libro en Alfaguara
Web con poesía del autor (no sé cuán oficial sea):  http://www.amediavoz.com/neuman.htm

2 comentarios:

  1. Si algún día leo a Neuman, seguramente empezaré por este libro, que desde que salió me ha llamado mucho la atención. No obstante, hay uno del autor inglés William Boyd, titulado Any human heart, con un planteamiento parecido ( por lo menos a primera vista), que viene antes en la lista.
    Lo del Premio Alfaguara sí puede que sea un dato superficial, pero la portada y la foto del autor para mí son factores cruciales a la hora de elegir un libro.
    Un saludo.

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    1. Gracias por tu visita y tu amable comentario. Yo intento aplicarme lo de no juzgar un libro por su cubierta pero a veces hay crímenes estéticos especialmente dolorosos cuando la obra es de calidad.

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