sábado, 2 de agosto de 2014

NADA SE OPONE A LA NOCHE (Delphine de Vigan)



Hay frases legendarias un poco gastadas por el uso pero como todavía no se ha escrito otra mejor, hay que volver a usarlas: "Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo."(1), esa bomba que lanza el Sr. Tolstoi al comienzo de Anna Karenina puede ayudarnos a entender por qué una narración que intenta hacer un mapa de las heridas de guerra provocadas por los lazos familiares resulta un placer para el lector aunque recorra los caminos más escabrosos del dolor porque tocan ese núcleo humano que se supone ha de ser el refugio contra la inclemencia, la crueldad del mundo.

Hay una primera paradoja que debo corroborar respecto de la frase de Tolstoi y es que, si bien el infortunio tiene más rincones oscuros y sendas retorcidas, que ese paisaje abierto que es la felicidad, hay sufrimientos, como el de la enfermedad mental que dan cierto carácter a las familias y aunque cada una lleve su muerto a cuestas como pueda, sí que imprime un cierto carácter que queda muy bien retratado por la novela de De Vigan.

Nunca quiero contar más de lo debido, cada lector se merece su propio tiempo para hacer descubrimientos pero aquí la premisa de la que parte la historia desde la primera línea, es el momento en que la narradora descubre el cadáver de su madre, que se ha suicidado. Según la reseña de la contraportada "Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida". No puedo estar de acuerdo con el símil detectivesco, lo que vemos es a una hija intentando retener un retrato de su madre, convertirla en un personaje literario para de alguna manera salvarla de esa muerte definitiva que es el olvido. Si hay alguna intención detectivesca, parece que renuncia a ella rápidamente en favor de un intento de biografía emocional sin pretensiones de objetividad: "Posiblemente tenía ganas de rendir homenaje a Lucile, regalarle un ataúd de papel -pues me parece el más hermosos de todos- y el destino de un personaje.". Sí es verdad que en un momento dado se enuncia la intención de buscar en esa historia de Lucile la causa de su sufrimiento, el momento en que perdió la posibilidad de tener una vida tranquila y convencionalmente feliz pero en el mismo párrafo encontramos la imposibilidad de tal hallazgo: "Pero también se que a través de la escritura busco el origen de su sufrimiento, como si existiese un momento en que el núcleo de su persona hubiese sido mellado de forma definitiva e irreparable, y no puedo ignorar hasta qué punto esta búsqueda no contenta con ser difícil, es vana.".

El suicidio puede ser entendido como la culminación de un fracaso vital pero en este caso es distinto, asistimos a una vida rica y llena de interés a pesar de estar marcada por un intenso sufrimiento, ese punto final abrupto, de todas las decisiones vitales de Lucile, parece bastante bien razonado y cuerdo. A mí me gusta encontrarme con historias como ésta que me hace cuestionarme ideas ya archivadas bajo el título de certezas.

Reconozco que, viniendo de una familia adorable pero de irregular salud mental, este libro me ha impactado mucho, tanto que me resulta difícil ser imparcial sobre sus méritos y sus defectos como obra artística. Pero qué carajo, se supone que la buena literatura ha de afectarnos de manera personal, nadie se echa a llorar con el catálogo de la lavadora.

El psicoanalista Jaques Lacan, citando -contra su costumbre- a Cooper dijo que "para obtener un niño psicótico hace falta al menos el trabajo de dos generaciones. El propio niño es el fruto de ese trabajo en la tercera generación" (2). Aunque las etiquetas clínicas no sean aquí lo fundamental, Lucile, fue diagnosticada con una psicosis maníaco-depresiva, que hoy se conoce con el más clemente nombre de trastorno bipolar afectivo y desde esta perspectiva, es aún más interesante la apuesta de este libro: reconstruir con base en los recuerdos personales pero también en un cúmulo de fuentes documentales (fotos, cartas, narraciones grabadas, películas de súper ocho, etc.) la historia de esta familia brillante, bella, numerosa y trágica.

La historia de los Poirier empieza con el matrimonio de los abuelos Georges y Liane, que tuvieron un montón de hijos e intentaron criarlos de una forma alternativa al modelo educativo de su época, aunque con frecuencia a lo largo de la lectura me he planteado que su alternativa era simplemente esa mezcla de laxitud y rigidez que salía de la mente del padre, una tribu que debía vivír de forma diferente, una especie de bohemios burgueses antes de que existiese esa clasificación social. La figura de Georges, excesiva y omnipresente marca la vida de toda la familia, su mujer Liane, siempre enamorada, una madre cariñosa, agotada por tantos niños pero siempre deseando un bebé más.

El retrato de la niña Lucile está muy logrado. Un hermoso ángel rubio pero no un angelote cursi y retozón, más un ser seráfico, severo, con un gesto embellecido aún más por la melancolía. Fue modelo infantil y sus ingresos ayudaban a la renqueante economía familiar. Fue bella entre gente bella, algunas de sus hermanas pequeñas la sucedieron en los catálogos publicitarios pero nadie como ella tenía esa aura de lejanía y de ausencia que aumentaba su atractivo pero también su soledad, la ponía en un lugar difícil de alcanzar por los otros: "(...) esa mezcla de belleza y ausencia, esa forma de sostener la mirada, perdida en sus pensamientos.".

Toda la primera parte del libro está consagrada a la mitología de la familia: la casa en el campo, las lecturas compulsivas, la muerte accidental de uno de los hermanos siendo pequeño, las aventuras laborales del padre, los cambios de casa, el caos cotidiano, las vacaciones en la playa, los viajes todos juntos en único automóvil, las gestas deportivas, el último de los hijos, un niño con síndrome de Down, a quien sus padres se consagraron, el hermano adoptivo que se suicidó.

Son protagonistas incluso de un documental televisivo de la época que los retrata como una forma diferente, vitalista de vivir la familia; es significativo que años después a alguna de las hermanas le repugne verse en esas imágenes idílicas. Esa tropa exuberante y magnífica que parece destinada a la felicidad, sin embargo, se va estrellando constantemente contra la desgracia: suicidios, huidas, depresiones, problemas con el alcohol y las drogas. en fin, dificultades para vivir.

Entonces aparece el envés de la historia: un padre terrible y primitivo a su manera, con sucesivas amantes que, no obstante, mantuvo intacta cierta devoción por su mujer; un maestro de la palabra precisa y del discurso convincente pero un verdadero depredador emocional. Este padre, partidario de que los niños tuviesen una libertad inusitada para la época, de que tuviesen autonomía de movimiento desde muy pequeños, podía ser un tirano cuando se le cuestionaba. La terrible sombra del incesto, de que no mantuvo con esta hija ese pacto que define a la paternidad, viene a explicar muchos de los terribles sufrimientos que lastran no sólo a Lucile sino al resto de sus hermanos (dos suicidas entre ellos).  La autora, con las diferentes versiones que presenta, nos deja claro que ninguna verdad es última ni definitiva, las otras hermanas y nietas, dejan la sensación de que ese padre fue amenazante, que no conocía los límites de su lugar como progenitor pero que definitivamente su fascinación, su adoración fue Lucile, que tal vez obró como víctima sacrificial para satisfacer a ese padre que reivindicaba el poder -incluso sexual- sobre su prole.

Incluso el matrimonio de Lucile, con uno de los jóvenes que orbitaba alrededor de la familia, parece que no le permitió alejarse de la perturbación que le causaba la cercanía de su padre. Es especialmente duro el recuento de la relación de Lucile con sus hijas después de su divorcio y sobre todo después de su primera crisis psicótica. Se siente la rabia propia de esos niños que, de alguna manera deben velar por sus padres, el miedo a la pérdida, la culpa: "Ese miedo no me abandonaba, a veces me impedía respirar. Ignoraba lo que significaba. Poco a poco mi angustia encontró su expresión: tenía miedo de encontrarla muerta.". Hay una construcción muy bien lograda: el universo de amor, rabia y desesperación entre Lucile y sus hijas, que se debaten entre el apego por su madre y el razonable deseo de tener una vida más tranquila y "normal".

Desde el punto de vista clínico, el brote psicótico de Lucile y las reacciones de su entorno están descritas con  gran maestría. Tras un largo tiempo de depresiones, relaciones fallidas y adicciones, sobreviene el delirio con todo su aparato de fantasías de grandeza, planes para ganar millones, clarividencia y hasta un aterrador intento de magia ritual con la hermana pequeña, que termina con la intervención de la policía y el internamiento en un psiquiátrico.

El resto de la historia trata la lucha con los fármacos, las recaídas y la tortuosa pero valiente reconstrucción de una vida. Que esta vida termine con un suicidio es casi una nota marginal después de toda las fuerzas que hemos visto desplegarse en el duro campo de batalla de convivir con la locura.

Le di este libro a leer a mi madre, que es una lectora atenta, muy perspicaz y suele sumergirse en la lectura sin demasiadas consideraciones teóricas, que con frecuencia distraen de lo esencial. Me escribió un correo electrónico con sus impresiones que me confirmaron los méritos de este relato y con una nota enigmática sobre lo difícil que es ser madre pero también ser hija. Es un buen libro, si no me creen a mí, creanle a mi señora madre, que es inteligente, leída y no se deja timar por nadie (hay que verla mirar a los tenderos como si les leyera el alma cuando hace su pedido).

He leído algunas reseñas que alaban la parte, digamos más metaliteraria de la obra, con digresiones sobre la dificultad de crear con base en un material tan personal y doloroso. A mí fue lo que menos gracia me hizo, prefería permanecer en el río de la historia y no perderme en estos discursos que afortunadamente eran breves.

No obstante lo anterior y algunas caídas en el ritmo de la historia, encuentro que es un libro maravilloso.

La traducción de Juan Carlos Durán es fluida, muy agradable de leer, sobre todo porque es un libro muy visual, lleno de referencias al paisaje, los rostros, los colores, que entiendo deben ser laboriosos de traducir conservando el efecto poético del original.

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(1) Un interesante post en Un brillo ensordecedor sobre la traducción de Anna Karenina al castellano.
(2) El discurso completo de Lacan en este blog de Pablo Peusner.


Información interesante:

  • La reseña en Entre montones de libros me gusta su énfasis en lo poco melodramática que es la narración. Casi aséptica diría yo. 
  • Reseña en el blog Las bizarrias de Belisa. Muy completa y detallada.
  • En el blog de Eterna cadencia, con una interesante recomendación colateral: Tiempo de vida, donde Marcos Giralt Torrente "recuerda a su padre con mecanismos similares a la francesa".


12 comentarios:

  1. Me pareció un libro magnífico, todo un ejercicio de conocimiento en el que, efectivamente, se huye del dramatismo pese a lo que nos cuenta. El comienzo ya da un aviso pero termina siendo arrollador.
    Pasé de este a La muerte del padre, que sería por decirlo de algún modo, la visión masculina de una situación así.
    Gracias por la mención, haces unas reseñas espectaculares

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    1. Pues me tientas con esa otra referencia, un gran título para empezar.
      Gracias por tu buen concepto, viniendo de ti es un gran halago, da entusiasmo para seguir en la trinchera.
      Un abrazo,
      Sonia

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  2. Tiene razón Mientras Leo: una reseña espectacular, si la lectura me aporta lo mismo que me ha aportado leerte a ti, estaré más que satisfecha. Me quito el sombrero Sonia. Y tu madre, qué sabia. Seguramente sabes que su nota no es, realmente, tan enigmática...

    No dejes la trinchera! Me gusta verte ahí ;)

    Abrazo!

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    1. Hola Ana:

      Es una lectura estupenda, sobre todo porque conjuga una historia dura con un tono sencillo, despojado, porque los hechos que presentan son tan contundentes que no necesitan juicios de valor, para eso estamos los lectores.
      Gracias por tu opinión tan entusiasta sobre la reseña. Ojalá te animes a leerlo.
      Un abrazo,
      Sonia

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  3. Me dejas apabullada. Tengo pendiente este libro desde hace tiempo y, no sé por qué, siento un poco de temor ante él. Gracias por una reseña tan estimulante.
    Besucos.

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    1. Zazou:
      Anímate a leerlo, a pesar del delicado material que trata este libro, está narrado con pudor, con amor pero con una sensación de honestidad apabullante, lo cual no quiere decir que no sea una novela, con sus herramientas narrativas de ficción.
      Un abrazo,
      Sonia

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  4. Las víctimas del incesto vagamos por la vida com ese secreto vergonzoso que nada alivia. Leer sobre ello es una constatación de que no estamos solas, que alguien ha pasado por lo mismo y ha conseguido seguir siendo humano. Para mi no fue doloroso leer este libro, me hizo sentir acompañada.
    Gracias por la reseña.
    S. F. G.

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    1. No sé que decir. Siempre he creído que la literatura tiene un ingrediente curativo. No quisiera dar consejos no solicitados, por tus palabras pareces una persona inteligente y sensible, una superviviente; no estás condenada a la soledad.
      Un gran abrazo, más allá de los libros,
      Sonia

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  5. Siempre he tenido dudas con este libro. Supongo que con probar no se pierde nada, pero he ido leyendo reseñas y no he sentido la necesidad de apuntarme el libro.

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    1. Hola Bea:
      Con la literatura sólo te puedes fiar de tus propias experiencias. Está bien escrito y tiene pegada pero tal vez no te ha llegado en un momento adecuado, lo bueno de los libros es que siguen ahí esperando hasta que te apetezca darles una oportunidad.
      Un abrazo,
      Sonia

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  6. La verdad es que es un buen libro, chocante la segunda parte en que se interna en las partes más oscuras de la familia... No deja indiferente. Me costó bastante darme cuenta que la fotografía de portada pertenece a la madre de la autora: deslumbrante...

    Recientemente he leído una buena novela que recuerda, en parte, a ésta. Bueno, en realidad el parecido sólo está en el punto de partida: la muerte de la madre y la rememoración por parte de la hija. Se trata de 'También esto pasará' de Milena Busquets; la diferencia es que, en realidad, este segundo libro trata más sobre la hija que sobre la madre.

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    1. Hola Alberto:

      Gracias por tu comentario. A mí me impactó ese acercamiento de la luz y luego hacia la sombra. Lo más difícil de aceptar es la cara bella del monstruo porque nos empeñamos en creer que las cosas sólo tienen una dimensión.

      Tomo nota de tu recomendación.

      Saludos,
      Sonia

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