lunes, 2 de diciembre de 2013

LA ISLA DEL DR. MOREAU

Cuando uno se siente con poca resistencia a la frustración, lo mejor es buscar refugio en un clásico. En este caso, por pedestres motivos financieros, enfilé camino a la biblioteca. Hace poco hice un pequeño viaje a una bonita (y cara) ciudad del norte de Europa y mis finanzas aún tiemblan, así que de momento, me estoy absteniendo de consumismo literario; no  obstante, mis libreros habituales no deben temer, los adictos siempre recaemos. Además, hay que aprovechar ahora, antes de que las ansias privatizadoras del gobierno transformen las bibliotecas de barrio en salones recreativos, que son más rentables.

Una vez in situ, tuve que descender a esa planta pintada con colorines y amueblada con sillas enanas porque el único ejemplar de La isla del Dr. Moreau, está clasificado como literatura juvenil y se codea con las aventuras de las tres mellizas o el Botones Sacarino.

Este ejemplar es de la colección "Tus Libros", de Anaya, la edición es de 1990. Es un ejercicio de nostalgia para alguien que, como yo, atravesaba una gloriosa adolescencia en los noventa. Una colección con un diseño limpio y sin condescendencia, sus tapas blancas eran la sólida constatación de que algo bueno estaba a punto de ocurrir. Los contenidos extra, a saber, glosario, bibliografía y estudio crítico son de una profundidad que no está reñida con el orden y la claridad. Este baqueteado ejemplar ha pasado por las manos de numerosos usuarios de la biblioteca sin sufrir más que algunos raspones en el lomo. A pesar de ser parte de una colección dirigida al público juvenil, la traducción del inglés es íntegra y directa, sin resúmenes ni adaptaciones que edulcoren o desvirtúen la altura literaria de la novela. Incluso el papel mantiene casi intacta la deliciosa frialdad de su tacto satinado. Según cuenta Nuño Vallés en su blog El dinosaurio que estaba allí la colección aún existe pero ha perdido parte de las cualidades que le concedían su maravillosa calidad inicial, el post de Vallés es estupendo, como mucho sentido del humor y argumentos críticos.

La historia se abre con el útil recurso del manuscrito encontrado que sirve para ordenar la narración y lanzarla sin demasiados preámbulos: Edward Prendick, un joven biólogo inglés naufraga en medio del océano y queda a la deriva en un bote junto a otros dos hombres, con los que termina enfrascado en una lucha a muerte por los pocos alimentos que tienen. Al final, es el único sobreviviente y cuando ha perdido la esperanza, es rescatado por un barco, en el cual viaja Montgomery, un científico exiliado por oscuros motivos en una isla, a la cual se dirige con un cargamento de animales enjaulados y un ayudante de extraña apariencia. Hay una atmósfera de una crueldad indeterminada en el ambiente, que los pocos deseos de Montgomery de dar explicaciones contribuyen a enrarecer; el capitán, empapado siempre en alcohol, se niega a llevar al nuevo pasajero hasta su destino final y cuando llegan a la isla, para su desesperación, lo abandona nuevamente en el bote. Al final, Montgomery se  compadece de él y lo rescata nuevamente pero le advierte que probablemente su presencia en la isla no sea bien acogida. Nuevas criaturas, esta vez una especie de hombres de rostro alargado y extrañas proporciones, ayudan a descargar el cargamento.


Una vez en la isla, entra en escena en Dr. Moreau, a quien Pendrick reconoce como un científico, notable en tiempos, que fue expulsado del la comunidad científica y a la larga, de Inglaterra, por la revelación periodística de sus crueles experimentos de vivisección de animales. Aunque Pendrick no presencia los experimentos, los terribles aullidos de un puma,sometido a la tortura científica, lo conducen a un estado de pánico que lo impulsa a recorrer la isla, sólo para encontrar el horror de otras extrañas criaturas que vagan por la selva y sufrir la persecución del que luego sabremos que es el hombre leopardo.

Para lograr calmar al alarmado huésped, Moreau se ve forzado a explicar la motivación y la naturaleza de sus experimentos y le aclara que su criaturas no son mezclas entre humano y animal sino hibridaciones y modificaciones, ayudadas por la transfusión de sangre. Estas conversaciones son, a mi juicio, la parte más fascinante del libro; en ellas, desarrolla sus teorías sobre la plasticidad de la materia viva y de cómo mediante sus cirugías sobre animales "vueltos a esculpir para darles nuevas formas", crea nuevos seres a los que educa en una especie de imitación de humanidad. El personaje de Moreau, su físico, su presencia avasalladora, su discurso hipnótico, condensa los dilemas éticos de la historia.

Moreau ha creado un universo en su isla en la cual él es el amo y supremo creador. Reconoce que está lejos de alcanzar el éxito con sus criaturas y que en cuanto empieza a notar los límites de su evolución, las deja libres (en otras palabras, las abandona) y han terminado por vivir juntas en una zona donde habitan en rudimentarias cabañas. Sin embargo, mantiene un férreo control sobre ellas mediante un mecanismo de doble filo tan antiguo como perfecto: la religión y el miedo. Las criaturas viven de acuerdo con un credo basado de un grupo de prohibiciones básicas: caminar a cuatro patas, probar la carne, atacar a los hombres y probar el alcohol. Hay una especie de clérigo, una criatura llamada el Recitador de la Ley que se ocupa de liturgia cotidiana, una repetición de cánticos que temina siendo casi un trance hipnótico colectivo destinado a fijar las conductas y el miedo; el elemento de control más poderoso es el recuerdo de La Casa del Dolor, donde fueron creados. El Canto que las criaturas han de repetir, tiene unas escalofriantes resonancias bíblicas:

   -Suya es la Casa del Dolor.
   -Suya es la Mano que crea.
   -Suya es la mano que hiere.
   -Suya es la mano que cura. (...)

El Wells socialista y firme partidario de la razón y el progreso, asoma en esta crítica casi iracunda a la religión, especialmente, cuando ocurre el añadido de la teoría de la resurrección crística del amo. A pesar de su agresividad, el alegato antirreligioso, tiene tanta altura literaria que no supone una intrusión en la fluidez del relato.

Sin destripar la deriva final de la historia, diré que el protagonista, tras grandes padecimientos puede regresar a la civilización pero su creencia en el ser humano queda irremediablemente dañada, percibe debajo de los rostros y las conductas ese rastro de salvajismo que descubrió en los hombres que se cruzaron en su extraña aventura, más que en las bestias envilecidas por la manipulación de su cuerpo y su mente. 

¿Recomendación? Leerla. Es un clásico necesario, urgente, que no ha envejecido un ápice. No se dejen engañar por el rótulo de literatura juvenil, es buena literatura a secas, apta para cualquier público.


1 comentario:

  1. Gracias por tu visita y tu comentario, a mí me resultó una lectura mucho más profunda de lo que me esperaba

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