lunes, 3 de febrero de 2014

EL TÚNEL (Crónica de una relectura)


A diferencia de otras relecturas parciales, de libros a los que se vuelve por el placer de una escena, de una descripción, un verso, El túnel me lo he leído completo tres veces en momentos muy distintos de mi vida. Más que una novela, lo considero un dispositivo capaz de alterar la linealidad del tiempo, tal vez su brevedad (sólo 104 páginas en mi edición) y lo compacto de su estructura contribuyan a crear esta sensación.

El túnel se publicó en 1948 pero nadie lo diría, en ese sentido es una novela psicológica perfecta ni sus personajes ni sus emociones envejecen. Es también una historia negra, el relato de un crimen que no plantea el enigma clásico del culpable porque en ese sentido enseña sus cartas desde la primera línea: "Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.". Ahí está todo: Castel, el omnipresente protagonista, cuya mente es el verdadero escenario de la historia; la pintura; María; la aceptación de la culpa. Todo. En su faceta de novela negra, es el lector quien como detective aficionado va recogiendo las pistas que le permitan reconstruir no el quién sino el por qué.

Voy a mi primera lectura (obligatoria). Debía tener unos dieciséis años, este libro era parte del curriculum de lengua y literatura en el colegio, yo creo que se coló por error y casi todas (colegio de niñas) lo leímos sin acabar de creernos que este prodigio nos lo sirvieran en ese universo mojigato para señoritas. Para un adolescente el primer amor suele ser una experiencia irrevocable, un descubrimiento personal que nos adjudicamos en nombre de la especie humana, cuando ese beso, esa mirada ardiente nos hace levitar, de verdad nos creemos únicos y especiales, acariciamos el cielo con la punta de los dedos, se pronuncian sin vergüenza todas las sentencias de compromiso eterno e invencible, se reta a la muerte, pues la vida sin el combustible de la pasión no tiene sentido. Como el sarampión, es una enfermedad propia de una edad, la mayoría de las víctimas sobrevive aunque alguna cicatriz suele quedar. Por eso mi yo adolescente leyó El túnel sin resuello y sin sentido crítico alguno: era perfecto. No sólo hablo de lo literario, los motivos del crimen de Castel, por ajenos que nos resultaran, eran absolutamente creíbles, lo de matar a la amada por desesperación. por pasión contrariada nos pareció de una coherencia mental intachable. He terminado hablando en plural porque esta lectura generó muchas conversaciones, una especie de club del libro espontáneo del que participaron hasta a mis compañeras menos aficionadas a la lectura, si Sábato consiguió cazar a un buen número de adolescentes para la causa literaria o para la del amor loco, no se sabe. Me sorprende recordar que la insania del protagonista, su obsesión, su violencia no nos espantaron, era el amor o la muerte; supongo que aún teníamos recientes las historias infantiles de lobos seductores que devoran niñas o madrastras que regalan manzanas envenenadas, pocas cosas nos podían asustar.

Mientras desgrana la historia de cómo Castel conoció a María, se enamoró de ella y terminó asesinándola, Sábato nos regala un paseo por ese devastado paisaje que es la mente de su protagonista. Ese fue el matiz que captó mi atención en mi segunda relectura que recuerdo haber hecho al hilo de un trabajo universitario, como estudiante de psicología. Castel es un hombre al que su personalidad condena a la soledad, un descreído, un ser al cual su inteligencia no le ayuda a ser más feliz sino que lo condena a no compartir las convenciones que hacen más fácil la vida a la gente. Su encuentro del amor no sirve más que para ahondar ese aislamiento: "Existió una persona que podría entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que maté.". Lo que me fascinó en este segundo encuentro con la novela fue el mecanismo del razonamiento del protagonista: en sus obsesivas cavilaciones, en sus repasos minuciosos de sus diálogos con su amada, en su intento de explicar sus huidas o sus silencios, no hay una pérdida de realidad a la manera del delirio psicótico, es más la locura del exceso de la razón, de tanto estrujar las prendas del amor, lo reduce, lo vacía, lo condena a la falsedad y a la destrucción.

Para terminar, la tercera lectura, la última. De salida al trabajo cogí un libro al azar (¿eso existe?) de la estantería, uno finito para no llevar mucho peso encima. El reencuentro fue raro, el personaje me pareció más odioso que en mis recuerdos pero también me inspiró más compasión. Extrañamente, percibí un matiz de esperanza dentro de toda esta oscuridad acumulada: alguien tan radicalmente en guerra con el género humano fue capaz de encontrar el entendimiento, el contacto con otra alma aunque luego no supo cruzar ese puente, tal vez por pedirle al amor más de lo que puede dar, que es su mera existencia.

El personaje de María me resultó también mucho más inquietante que antes. Es la mujer como esfinge, como nudo gordiano que termina por ser deshecho a golpe de espada. Su voz apenas se oye, es una mujer que se siente culpable, al parecer por amar a más de un hombre y lleva por ello una carga terrible a la espalda, tal vez su inerme paseo al matadero sea una forma de librarse del sufrimiento. Castel da señales muy claras de que dentro de su enamoramiento habita un dragón pero María parece encaminarse a su relación con él como alguien se metería en el mar picado con piedras en los bolsillos.

Recomiendo esta lectura que no es fácil, que es incluso incómoda por momentos pero que cumple con el único requisito de base de la literatura: transmitir que algo bello y sublime florece aún en los recodos más oscuros de la vida, aunque en este caso al final quede ahogado por las malas hierbas ingobernables.

Como siempre pero en este caso en especial, los comentarios de compañeros de lectura serán más que bienvenidos.

Hay una reseña muy interesante en Pollito Libros.

6 comentarios:

  1. Qué curioso, me llevas una relectura de ventaja, pero en mi (segunda) relectura también avancé en la sensación de captar mejor el yo interior del protagonista. Ahora me dejas con dudas sobre qué matices percibiré con la siguiente relectura. Como si no hubiera bastante con las que nunca he leído ¡vas y me picas con una re-re-lectura!!

    Saludos

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    1. Yo no sé si avanzo, supongo que ese furor con que lo leí la primera vez es una parte del placer como lectora que he perdido.

      Me dejas pensando con tu frase de que "como si no hubiera bastante con lo que nunca he leído..." y se me ocurre que las cosas nuevas que se descubren en un libro que ya has leído, estaban ahí pero no las habías reconocido, no las habías leído.

      Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo,

      Sonia

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  2. Yo me quedé tan apesadumbrado que nunca lo leería de nuevo. Supongo que consigue el efecto deseado.
    Salud,
    Jess

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    1. Hola Jess:
      Pues sí, contigo lo consiguió, un recuerdo indeleble y casi traumático, cosas de la literatura.
      Saludos,
      Sonia

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  3. Me encantó este libro, me ha gustado ver tu relectura porque si que creo que es un libro que debe de ganar mucho en perspectiva, sabiendo a lo que vas a enfrentarte y captando matices.
    Repetiré
    Besos

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    1. Qué bueno encontrar cómplices de relectura. A veces nos osn sólo matices nuevos lo que se capta al releer sino toda una nueva capa de realidad literaria que antes no habías percibido. Cuando lo releas, por favor cuéntame tus sensaciones.
      Gracias por tu comentario.
      Un saludo,
      Sonia

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