sábado, 21 de diciembre de 2013

Un poema para insomnes



VENTANA DE LA MADRUGADA

Me gustan esas horas
en las que el mundo parece detenido
 y el ladrido único
de un perro rebelde
se dibuja nítido sobre el fondo del silencio.

Un camión de la basura
pasa muy lento
como queriendo hurtar
su paso de elefante mecánico
a los oídos de los durmientes.

A los insomnes, en cambio,
no se les escapan sus resuellos
de viejo animal urbano.
Los insomnes, cartógrafos
del mapa de los ruidos de la noche,
ojos rojos, encendidos como luces de emergencia
de tanta humanidad devuelta 
al sueño de la inocencia.

lunes, 9 de diciembre de 2013

LA VIDA DE LAS MUJERES

La vida de las mujeres (Alice Munro)



No queda muy bien lo de ponerse a leer a un autor justamente cuando le dan el premio Nobel pero para qué ocultarlo, este ha sido el caso. Yo había oído hablar antes de Alice Munro pero sabía poquísimo de ella, me gustaba mucho como sonaba su nombre y el hecho de que fuera canadiense, ese país que desde la distancia parece agreste y a la vez tan civilizado, con su bilingüismo, sus rascacielos y sus bosques nevados. Puro tópico e imagenes robadas de la televisión. Con el anuncio del Nobel vinieron las mesas de novedades inundadas de Munro y por una vez me alegro de haber caído en los engranajes de la maquinaria publicitaria que se ennoblece al vender algo como La vida de las mujeres.

¿Por qué me ha gustado?

  1. Dell Jordan. La genial protagonista, una voz tan viva que más que una voz parece una mano que sale del libro, te agarra por la garganta y te impide dejar de escuchar lo que tiene que decir. Dell Jordan empieza siendo una chiquilla impertinente con los ojos intensamente abiertos al mundo y a través de estos ojos que tienen la limpieza y la perversidad de la infancia vamos convirtiéndonos en un miembro silencioso de su extraña familia. A ratos una niña que chapotea en un riachuelo, una temeraria Lolita que roza territorios peligrosos, una adolescente intelectual que no sabe qué hacer con su cuerpo o una joven mujer que empieza a descubrir los goces y dificultades del amor.
  2. La familia. La madre y su ateísmo militante, esa mujer que abjura de la fe pero que siente una devoción enfebrecida por la razón y al conocimiento y cuya frustración por no heber tenido la posibilidad de una mejor educación hace que hace que deposite sus más altas esperanzas en la inteligencia de Dell. Las tías solteronas de una inteligencia práctica y pueblerina, que florecen en sus dominios pero se marchitan al enfrentarse a otros ambientes. Es una familia que no se limita a los lazos de sangre, está la inquilina Fern, con su doble vida de funcionaria de correos y cantante aficionada, su conmovedora inclinación a los placeres de la vida no demasiado aconsejables para una señorita añeja. Naomi, la mejor amiga, cómplice y rival de descubrimientos vitales, su compañía en esa realidad de outsiders, de niñas imperfectas, no tan delicadas y femeninas como se suponía que debían serlo. Los personajes masculinos están construidos de una manera diferente, es como si pasaran de perfil por el relato, el padre con su presencia silenciosa pero tranquilizadora, el atolondrado tío Benny, el hermano pequeño, Owen, por el que se percibe ese brusco amor fraterno: "No tenía nada que ocultar, nada que mostrar aparte de la indiferencia de su corazón puro".
  3. Jubilee. El pueblo-universo. Los habitantes de las ciudades solemos creer que los ambientes rurales manejan códigos morales más básicos que hacen que la vida sea sencilla y fácil de entender. Munro demuestra que la complejidad de la estructura social de un pequeño pueblo de Canadá puede ser absolutamente sofisticada y que transgredir una sola de sus normas puede condenar al infractor a un ostracismo irreversible.
El ritmo del libro es pausado, las estaciones van pasando y las cosas dramáticas simplemente ocurren y se engastan como una joya exótica en el metal ordinario del calendario. La sensación del paso del tiempo está conseguida de forma magistral.

Las reflexiones sobre la religión, el erotismo, la feminidad no se hacen nunca pesadas ni gratuitas porque van de la mano de las aventuras de Dell y sus experiencias, alucinanates desde el éxtasis ante un pavo real albino hasta sus coqueteos con la sonrisa de serpiente del oscuro Sr. Chamberlain.

El título original de esta novela es Lives of Girls and Women, hubiese preferido que lo conservaran porque justamente uno de los pilares de la narración es el paso de la infancia a la juventud y el contrapunto con la experiencia vital de la madre y las otras mujeres de la generación anterior en retrospectiva.

Está la vieja discusión de si hay una literatura femenina, etc. Si bien es cierto que la perspectiva narrativa es la de Dell (y su viaje "de niña a mujer..."), una de las mayores virtudes de Munro aquí es dejar abiertas las posibilidades de las muchas formas de ser mujer y abordar el mundo como tal.

A pesar de que no hay trucos narrativos o intrigas monumentales que no parezcan naturales en el entorno de Jubilee, el libro se lee con apetito y alegría y en algunos momentos, con la sensación de haber pasado de refilón por un espejo.

La edición es manejable y robusta, que es lo primero que se le pide aun libro de bolsillo, la traducción está muy bien, mantiene una sensación de que la prosa más limpia y despejada también puede ser la más brillante.

lunes, 2 de diciembre de 2013

LA ISLA DEL DR. MOREAU

Cuando uno se siente con poca resistencia a la frustración, lo mejor es buscar refugio en un clásico. En este caso, por pedestres motivos financieros, enfilé camino a la biblioteca. Hace poco hice un pequeño viaje a una bonita (y cara) ciudad del norte de Europa y mis finanzas aún tiemblan, así que de momento, me estoy absteniendo de consumismo literario; no  obstante, mis libreros habituales no deben temer, los adictos siempre recaemos. Además, hay que aprovechar ahora, antes de que las ansias privatizadoras del gobierno transformen las bibliotecas de barrio en salones recreativos, que son más rentables.

Una vez in situ, tuve que descender a esa planta pintada con colorines y amueblada con sillas enanas porque el único ejemplar de La isla del Dr. Moreau, está clasificado como literatura juvenil y se codea con las aventuras de las tres mellizas o el Botones Sacarino.

Este ejemplar es de la colección "Tus Libros", de Anaya, la edición es de 1990. Es un ejercicio de nostalgia para alguien que, como yo, atravesaba una gloriosa adolescencia en los noventa. Una colección con un diseño limpio y sin condescendencia, sus tapas blancas eran la sólida constatación de que algo bueno estaba a punto de ocurrir. Los contenidos extra, a saber, glosario, bibliografía y estudio crítico son de una profundidad que no está reñida con el orden y la claridad. Este baqueteado ejemplar ha pasado por las manos de numerosos usuarios de la biblioteca sin sufrir más que algunos raspones en el lomo. A pesar de ser parte de una colección dirigida al público juvenil, la traducción del inglés es íntegra y directa, sin resúmenes ni adaptaciones que edulcoren o desvirtúen la altura literaria de la novela. Incluso el papel mantiene casi intacta la deliciosa frialdad de su tacto satinado. Según cuenta Nuño Vallés en su blog El dinosaurio que estaba allí la colección aún existe pero ha perdido parte de las cualidades que le concedían su maravillosa calidad inicial, el post de Vallés es estupendo, como mucho sentido del humor y argumentos críticos.

La historia se abre con el útil recurso del manuscrito encontrado que sirve para ordenar la narración y lanzarla sin demasiados preámbulos: Edward Prendick, un joven biólogo inglés naufraga en medio del océano y queda a la deriva en un bote junto a otros dos hombres, con los que termina enfrascado en una lucha a muerte por los pocos alimentos que tienen. Al final, es el único sobreviviente y cuando ha perdido la esperanza, es rescatado por un barco, en el cual viaja Montgomery, un científico exiliado por oscuros motivos en una isla, a la cual se dirige con un cargamento de animales enjaulados y un ayudante de extraña apariencia. Hay una atmósfera de una crueldad indeterminada en el ambiente, que los pocos deseos de Montgomery de dar explicaciones contribuyen a enrarecer; el capitán, empapado siempre en alcohol, se niega a llevar al nuevo pasajero hasta su destino final y cuando llegan a la isla, para su desesperación, lo abandona nuevamente en el bote. Al final, Montgomery se  compadece de él y lo rescata nuevamente pero le advierte que probablemente su presencia en la isla no sea bien acogida. Nuevas criaturas, esta vez una especie de hombres de rostro alargado y extrañas proporciones, ayudan a descargar el cargamento.


Una vez en la isla, entra en escena en Dr. Moreau, a quien Pendrick reconoce como un científico, notable en tiempos, que fue expulsado del la comunidad científica y a la larga, de Inglaterra, por la revelación periodística de sus crueles experimentos de vivisección de animales. Aunque Pendrick no presencia los experimentos, los terribles aullidos de un puma,sometido a la tortura científica, lo conducen a un estado de pánico que lo impulsa a recorrer la isla, sólo para encontrar el horror de otras extrañas criaturas que vagan por la selva y sufrir la persecución del que luego sabremos que es el hombre leopardo.

Para lograr calmar al alarmado huésped, Moreau se ve forzado a explicar la motivación y la naturaleza de sus experimentos y le aclara que su criaturas no son mezclas entre humano y animal sino hibridaciones y modificaciones, ayudadas por la transfusión de sangre. Estas conversaciones son, a mi juicio, la parte más fascinante del libro; en ellas, desarrolla sus teorías sobre la plasticidad de la materia viva y de cómo mediante sus cirugías sobre animales "vueltos a esculpir para darles nuevas formas", crea nuevos seres a los que educa en una especie de imitación de humanidad. El personaje de Moreau, su físico, su presencia avasalladora, su discurso hipnótico, condensa los dilemas éticos de la historia.

Moreau ha creado un universo en su isla en la cual él es el amo y supremo creador. Reconoce que está lejos de alcanzar el éxito con sus criaturas y que en cuanto empieza a notar los límites de su evolución, las deja libres (en otras palabras, las abandona) y han terminado por vivir juntas en una zona donde habitan en rudimentarias cabañas. Sin embargo, mantiene un férreo control sobre ellas mediante un mecanismo de doble filo tan antiguo como perfecto: la religión y el miedo. Las criaturas viven de acuerdo con un credo basado de un grupo de prohibiciones básicas: caminar a cuatro patas, probar la carne, atacar a los hombres y probar el alcohol. Hay una especie de clérigo, una criatura llamada el Recitador de la Ley que se ocupa de liturgia cotidiana, una repetición de cánticos que temina siendo casi un trance hipnótico colectivo destinado a fijar las conductas y el miedo; el elemento de control más poderoso es el recuerdo de La Casa del Dolor, donde fueron creados. El Canto que las criaturas han de repetir, tiene unas escalofriantes resonancias bíblicas:

   -Suya es la Casa del Dolor.
   -Suya es la Mano que crea.
   -Suya es la mano que hiere.
   -Suya es la mano que cura. (...)

El Wells socialista y firme partidario de la razón y el progreso, asoma en esta crítica casi iracunda a la religión, especialmente, cuando ocurre el añadido de la teoría de la resurrección crística del amo. A pesar de su agresividad, el alegato antirreligioso, tiene tanta altura literaria que no supone una intrusión en la fluidez del relato.

Sin destripar la deriva final de la historia, diré que el protagonista, tras grandes padecimientos puede regresar a la civilización pero su creencia en el ser humano queda irremediablemente dañada, percibe debajo de los rostros y las conductas ese rastro de salvajismo que descubrió en los hombres que se cruzaron en su extraña aventura, más que en las bestias envilecidas por la manipulación de su cuerpo y su mente. 

¿Recomendación? Leerla. Es un clásico necesario, urgente, que no ha envejecido un ápice. No se dejen engañar por el rótulo de literatura juvenil, es buena literatura a secas, apta para cualquier público.